Colgada, clavada en la mitad de un firmamento,
con clavos que parecen herirla y lastimarla
nos permite ese sangriento deber, el de observarla,
a esa luna redonda que nos ve con sufrimiento.
En el telón azul desgarra su lamento,
y parece roja, y dorada al vigilarla,
y que podemos a veces decantarla,
mientras camina su trayecto obscuro y lento.
Ese eclipse de luna en mi Setiembre
puede permitirme que mi sueño siembre,
en los surcos centrados de la vía lactea y aeituna,
esa luna a repetirse en octubre y en noviembre,
cambiando de luces y colores en Diciembre,
nos indica que es el mismo cielo y es la misma luna.
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