El negro. Jugando con su boina calada. El digno en la derrota, y digno en la victoria. El jefe. El caudillo y líder
de la banda oriental, que comandó el maracanazo. El que bebió y lloró la derrota de sus contrincantes, tras
la hazaña, de esa victoria que produjo tanta decepción que infundió una solidaria angustia en aquel hombre simple e imagen gigante de lo que es el deporte en su esencia pura. Entrecruzando el amor al juego, el respeto al rival, el amor propio y lo mejor que pueda expresar un ser humano como futbolista y como persona. Alérgico a lo fatuo. Digno ejemplo a seguir y que no deberíamos olvidar.
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