Erase una familia de personas muy buenas. Claro, cada una de esas personas tenía su carácter, su tempe-
ramento , su personalidad. He oído que uno nace con su temperamento, y muere con él. Es lo que dicen
"Genio y figura, hasta la sepultura". Pero también tenemos nuestro carácter que nos permite domar los im-
pulsos, y entre los dos se forma la personalidad.
Eran el padre, la madre y dos muchachos de entre 9 y 11 años. Buenos chicos los dos. Uno de ellos era ex-
tremadamente pesimista y el otro irradiaba optimismo.
El padre, al llegar la navidad trató de modificar eso. En la noche, cuando sus hijos dormían, envolvió el
regalo del chico pesimista. Era un hermoso trencito eléctrico, alemán, completo, control remoto, puentes,
túneles, cruces, muñequitos, pito. En fin. Una belleza.
Al otro le envolvió un poco de excrementos de burro.
Y dejó los dos regalos bajo el árbol .
A la mañana siguiente, los muchachos se levantaron entusiastas, para ver que les había traído la nochebuena
Al llegar al árbol, abrieron sus respectivos regalos. El optimista le preguntó a su hermano que le había
tocado, este respondió : "un trencito de juguete, seguramente chino, y malo, de los que se descarrilan
a la primera curva, o se atrancan en los túneles o se les daña el botón del control remoto a la segunda apre-
tada. Y a tí, que te trajo?". El hermano con una sonrisa luminosa, y viendo orgulloso las huellas le dijo:
"A mi me trajo un burrito , pero se escapó. Estoy seguro que volverá".
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