Señor Presidente:
He escuchado con paciencia su sabatina de hoy.
Los sofismas repetidos, trillados y gastados.
El tono que usted pretende y cree que es de agudo sarcasmo, pero en realidad es burdamente burlón.
La ligereza con que acusa, resguardado tras todo ese autoritarismo forjado que lo protege y le permite
una impunidad indigna, desacredita, insulta, remeda, injuria calumniosamente al que le viene en gana,
llegó al punto de su incidente con Jaime Guevara , que le hizo una mala seña.
Tiene razón al decir que no es admisible que un alumno le falte el respeto a su profesor, que un hijo le falte el
respeto a su padre. Pero como casi siempre se queda en la epidermis. Si un profesor irrespeta a un alumno,
qué le está enseñando? a irrespetar. Si un padre no respeta a su hijo, cómo lo está educando? Que valores
le transmite? Cuan corresponsable es de esa carencia de valores y civilidades?
Por si alguien no lo sabe, Jaime Guevara es abstemio y no consume substancias psicotrópicas.
Su beligerancia patológica provoca esas reacciones.
Y no todos le tenemos miedo. Ni a usted ni a su guardia pretoriana, nutrida por cierto.
Y mentir es un error.
Me permito darle una lección de vida que yo he aprendido y trato de practicar con rigor:
PARA SER RESPETABLE, HAY QUE SER RESPETUOSO.
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