Ante la brutalmente inesperada muerte de un hombre joven y fuerte, más aun, un atleta de alto rendimiento
a quien consumimos diariamente en los periódicos, en la televisión, en "la trata de futbolistas", en el comen-
tario entre amigos, nos quedamos paralizados, estupefactos ( de estupor, bajo estado de alerta de
conciencia, término del cual también se deriva la palabra estúpido) y no podemos creerlo, digerirlo, aceptar-
lo. (Siempre o con mucha frecuencia tenemos dificultad para aceptar la muerte, cualquiera sea la circunstan-
cia, a pesar que es la continuación de la vida).
Entonces comenzamos con un deporte que es la especulación.
Que fue una apendicitis que llevó a una peritonitis, que llevó a una infección generalizada que mató a nuestro
héroe.Que no fue atendido a tiempo por el idioma. Que los qataríes tienen petrodólares pero no
conocimientos. Que pudo ser un golpe que le produjo un aneurisma disecante de aorta que lo fulminó.
Que tenía un extraño trastorno cardíaco que se ocultó aun en los más sofisticados exámenes, para em-
boscarlo agazapado, en un momento inesperado, y a traición.
Hay mentes menos agudas que aventuran verdades de perogrullo, solemenes, como nuestro inefable
Lucho Chiriboga Acosta, quien pontifica arrastrando las erres con más saña que a los alfaro, y dice
"El Chucho Benítez estaba predestinado a morir, para decirlo en palabras sencillas". Brujo. Todos nacemos
y estamos por tanto predestinados a morir. Borges lo dijo con elegancia " Lo dijo el sabio Merlín/ morir
es haber nacido". Solo que algunos si que demoran. Bucarám dice ,no estupefacto, sino estúpido, no des-
confío de los médicos ecuatorianos, pero la autopsia estaba mal echa. : Muy bien. Que la haga él. Estoy
seguro que yo no confío en sus conocimientos médicos.
Lo más probable es que llegando pocos días antes a Qatar, tras un viaje tan largo. Sin siquiera regular
el reloj biológico. Se somete a propio pedido tras apenas 5 entrenamientos, a jugar 45 extenuantes mi-
nutos bajo el sol inclemente del desierto. Se deshidrata. Se descompensa. A pesar de su salud, fuerza y
juventud sufre un gran infarto de la cara baja del corazón, que apoyada sobre el diafragma da dolor de ab-
domen, se encharcan los pulmones, con la sangre que ya no circula por el daño cardíaco y la vida se
extingue.
Sin lesión previa, exceptuando que ese niño alegre , travieso ,bien dotado para el fútbol, que no quería estu-
diar en el Spellman. (quién quiere estudiar a esa edad?), y huérfano por un padre que no asumió, una madre
que tuve que irse a trabajar, quien sabe en que trabajo mal calificado en Italia, dejándolo huérfano con una
tía, carente de afecto pero no de bondad, con ojos redondos y sin pizarrón, aprende la vida y aprende el
dolor. Es el chico que no corre tras un balón sino huyendo de esa realidad, de la que tampoco tienen culpa
sus padres empujados al barranco igual que él. Tras una tortuosa negociación, y enfrentando como niño
yuntero, a los golpes destinado, el duro oficio de gladiador, acosado por la licuadora impía del éxito
popular, que hoy lo endiosa y mañana lo crucifica por fallar algunos goles en la selección, sólo en la
arena ensangrentada del circo romano en que vivimos, para soñar que en tres años rescatará a su madre
y nunca volverán a ser pobres.Y quiere identificarse con su corte de cabello. y demostrar sus destrezas,
y demostrar porque fue contratado en tanto dinero.
Prefiero verlo pidiéndole una moneda para el bus a su entrenador, para irse feliz compartiendo un bolo y un
pan con un amigo, sacándose la camiseta al meter un gol, castigado con tarjeta amarilla y condenado por,
su inmadurez, de no mostrar el auspiciante cuando las cámaras lo enfocan. Por demostrar euforia.
Poderoso caballero don dinero.
A donde se fué? No se. La vida a pesar de ruda con él, sigue siendo finita. No fina. Prefiero verlo irse com-
partiendo con su amigo la alegría, el bolo y el pan, a cualquier lado donde no haya tarjetas amarillas.
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