Con el ceño fruncido, y la voz angustiada como sus ojos
negros, negro el miedo,
Camarón de la Isla, desde New York, cuenta con la misma
profunda pena, que lo suyo a los 41 años, es muy malo y que se ha de morir ya
mismo.
Le angustia la temprana soledad de “Chispa”, la futura
viuda, y la orfandad de yermo de sus hijos, tiernas criaturas.
La profundidad del lamento, como requiebro de queja, y de
resignación, que sabe que el límite lo ha marcado el cáncer de pulmón, que
apagará esa voz española romaní, en sus dialectos forjados desde el siglo nueve
y que han trashumado desde el noroeste de la India, hasta su diáspora austral e
ibérica.
Se ha muerto en Badalona, a sus 41 años.
Se calló por Soleares, en su silencio andaluz, vedado para
los payos.
O en seguiriyas, o bulerías, no importa el palo.
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