La muerte también tiene otros privilegios.
Cómo por ejemplo,
cambiar lo que podría ser tedio y rutina, dulcemente en cálidos recuerdos, en
risas compartidas. Luchando juntos. Y te libran del bochornoso paso del tiempo.
Que te deje sostenida en una
inmutable y recordada belleza y lozanía.
Que el final sea sueve y corto.
Que no existan pesadillas peores.
Que te hayas ido pletórica y completa,
Alegre y satisfecha.
Me quedo con los cincuenta años de felicidad,
que nunca, la fuente del amor, se agotará.
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