En una línea de Aviación de la cual no quiero acordarme, (pero me acuerdo), trabajaba como
tripulante, sobrecargo, asistente de vuelo un querido amigo (cuyo nombre recuerdo pero no lo
voy a nombrar), hace años , cuando él tenía veinte y cuatro, (no siempre trabajamos en lo que
queremos, sino en lo que hay).y tras la crisis bancaria del noventa y nueve, muchos ecuatorianos
migraban para trabajar en Europa, básicamente en España, por la lengua quizás, porque no pedían
visa de trabajo tal vez. Iban a romperse el lomo, para subsistir, y mandar remesas para mantener
a las familias que quedaban aquí, colgados de la alambrada del aeropuerto, cabecera Sur, para
darles el adiós cargado de tristeza y esperanza.. Se colgaban como racimos de enredaderas
nostálgicas, con los ojos llenos de lágrimas, porque eran tantos que no cabían en el terminal.
La gente que viajaba, lo hacía por primera vez en avión, porque nunca antes pudieron hacerlo
y eran simples y no muy refinados.
A mitad del largo vuelo transatlántico, entre chispos de nostalgia y de ansiedad, con uno tragos
adentro, se ponían un poco impertinentes.
Llamaban a mi amigo a gritos de "senor!, mesero!" para pedir otro trago..
Este, ya neurotizado se acercaba, (exigencias del trabajo) y los atendía con presteza , pero
cargado de rabia en su mirada, por el constante y bullanguero fastidio. Y les llevaba los
tragos y soportaba las majaderías más obstinadas con una aparente mansedumbre de perro sin
ilusiones.
Un momento dado, cuando el hartazgo llegaba al límite, vio venir con paso algo inseguro hacia el
baño, a uno de los "cabecillas" de la pachanga.
No se por qué, pero si uno quiere orinar, mientras más cerca está del inodoro, más urgencia tiene de
hacerlo. La oportunidad no podía ser más propicia.
Ágilmente el joven se levantó de su puesto y se interpuso entre el pasajero molestoso y el baño.
"¿Trae su Ticket para usar el lavatorio?", preguntó , con frialdad profesional.
""Cuál ticket?" preguntó el hombre, cada más urgido por la necesidad.
"El que le dieron con el pase a bordo" respondió mi amigo, sin cambiar de expresión.
"No me lo dieron", gritó desesperado.
"Tienen que habérselo dado, lo dan a todos los pasajeros".
Desesperado comenzó a hurgar en todos los bolsillos, sacando papeles, documentos, libretitas,
monedas, pañuelo, peinilla y algunos billetes de Euros y dólares de baja denominación, con los
ojos inyectados por las ganas de usar el inodoro. Nada!!!
Mi amigo, "condescendiente", miró por el largo pasillo y le dijo. "Me pueden despedir, pero voy a
ayudarlo. Pase con discreción.".
El pasajero entró y salió aliviadísimo y agradecidísimo. Abrazó emocionado a mi amigo que lo
"salvó" del papelón.
Este, con una sonrisa cínica le dijo: "Recoja las cosas que dejó caer, por favor. Y cuando
necesite el baño, revise que yo no esté durmiendo, ni dormitando, y me avisa. Yo lo ayudo"
No hubo más inconvenientes.
Al llegar a España los asistentes ofrecían mentas y agradecían a los viajantes, por haber escogido
la Aerolínea.
Cuando el hombre llegó donde su "salvador" le agradeció sinceramente.
"No se preocupe " le dijo este. "Pero no olvide exigir el ticket, la próxima vez.
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