viernes, 18 de diciembre de 2015

EL PRINCIPE

Cuando nació mi primer hijo, yo estaba releyendo las"Historias de Famas y Cronopios" de  Julio

Cortázar. Ahí hablan de un personaje en la educación de principe, cuento que enseguida transcribiré, y

por eso le puse de sobrenombre el "príncipe". No porque yo me considerase un rey, ni a mi hijo un

, príncipe, ni por "El principito" de Antoine de Saint Exuperi , mucho menos por el "príncipe"

Zubeldía, cuya reputación cuelga de un hilo para los fanáticos de la Liga. La razón es simplemente

el cuento que viene a continuación:



Educación de príncipe

Los cronopios no tienen casi nunca hijos, pero si los tienen, pierden la cabeza y ocurren cosas extraordinarias. Por

ejemplo, un cronopio tiene un hijo, y en seguida lo invade la maravilla y está seguro de que su hijo es el pararrayos de

la hermosura y que por sus venas corre la química completa con aquí y allá istas llenas de bellas artes y poesía y

urbanismo. Entonces este cronopio no puede ver a su hijo sin inclinarse profundamente ante él y decirle palabras de

respetuoso homenaje.

El hijo, como es natural, lo odia minuciosamente. Cuando entra en la edad escolar, su padre lo inscribe en primero

inferior y el niño está contento entre otros pequeños cronopios, famas y esperanzas. Pero se va desmejorando a medida que

se acerca el mediodía, porque sabe que a la salida lo estará esperando su padre, quién al verlo levantará las manos y dirá

diversas cosas, a saber:

-Buenas salenas cronopio cronopio, el más bueno y más crecido y más arrebolado, el más prolijo y más respetuoso y más

aplicado de los hijos!

Con lo cual los famas y las esperanzas junior se retuercen de la risa en el cordón de la vereda, y el pequeño cronopio

odia empecinadamente a su padre y acabará por hacerle una mala jugada entre la primera comunión y el servicio militar.

Pero los cronopios no sufren demasiado con eso, porque tambien ellos odiaban a sus padres, y hasta parecería que ese odio

es otro nombre de la libertad o del vasto mundo.

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