Cuando nació mi primer hijo, yo estaba releyendo las"Historias de Famas y Cronopios" de Julio
Cortázar. Ahí hablan de un personaje en la educación de principe, cuento que enseguida transcribiré, y
por eso le puse de sobrenombre el "príncipe". No porque yo me considerase un rey, ni a mi hijo un
, príncipe, ni por "El principito" de Antoine de Saint Exuperi , mucho menos por el "príncipe"
Zubeldía, cuya reputación cuelga de un hilo para los fanáticos de la Liga. La razón es simplemente
el cuento que viene a continuación:
Educación de príncipe
Los cronopios no tienen casi nunca hijos, pero si los tienen, pierden la cabeza y ocurren cosas extraordinarias. Por
ejemplo, un cronopio tiene un hijo, y en seguida lo invade la maravilla y está seguro de que su hijo es el pararrayos de
la hermosura y que por sus venas corre la química completa con aquí y allá istas llenas de bellas artes y poesía y
urbanismo. Entonces este cronopio no puede ver a su hijo sin inclinarse profundamente ante él y decirle palabras de
respetuoso homenaje.
El hijo, como es natural, lo odia minuciosamente. Cuando entra en la edad escolar, su padre lo inscribe en primero
inferior y el niño está contento entre otros pequeños cronopios, famas y esperanzas. Pero se va desmejorando a medida que
se acerca el mediodía, porque sabe que a la salida lo estará esperando su padre, quién al verlo levantará las manos y dirá
diversas cosas, a saber:
-Buenas salenas cronopio cronopio, el más bueno y más crecido y más arrebolado, el más prolijo y más respetuoso y más
aplicado de los hijos!
Con lo cual los famas y las esperanzas junior se retuercen de la risa en el cordón de la vereda, y el pequeño cronopio
odia empecinadamente a su padre y acabará por hacerle una mala jugada entre la primera comunión y el servicio militar.
Pero los cronopios no sufren demasiado con eso, porque tambien ellos odiaban a sus padres, y hasta parecería que ese odio
es otro nombre de la libertad o del vasto mundo.
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