El domingo pasado, y tras un extraño día salpicado de muerte, pues aquella mañana,
imprevistamente nos dejó la dulce señora más lúcida y pacífica , Ines Endara,
recibí la noticia que me cayó como un anuncio de lo que será.
Saadin Solah, el atleta, el músico, el niño de pelo blanco,
el firme, el duro, el suave,
ya no estaba.
Se quedaron Karen, Nina, Mathew y Michael,
tan bruscamente solos,
como todos nosotros, sus conocidos,
sus amigos.
Nos quedamos estacados en el crepúculo,
cuando el ya lejos de todo,
comenzaba a ver el amanecer.
Es nuestro destino común.
Solamente cambian las estaciones, las paradas.
Todo llegaremos.
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