Cuando los que somos aficionados a leer poesía, a tratar de aprender algo sobre ese género literario, y de vez en cuando hasta nos atrevemos a borronear algunos versos, que casi nunca nos satisfacen, y por pudor los desaparecemos, o por lo menos no les permitirlos ver la luz. En lo que ha mi respecta, me parecen aún más difíciles de escribir, cuando riman en palabra esdrújulas, al acabar el verso.
También usamos la palabra esdrújulo, como algo poco frecuente y hasta bizarro, que más que raro,
significa valiente, bravo.
Y aunque es inexorable el paso del tiempo, desde la juventud a la senectud, vamos perdiendo la capacidad celular de mantener agua dentro de nuestras células, y por eso perdemos centímetros de estatura, la piel sobra y nos arrugamos, el cabello que no se pierde , se oxida y encanece.
Y aunque es un proceso normal, nos asusta. Porque nos acerca al final, y merma muchas condiciones.
Y tenemos que adaptarnos. Y nos es difícil. No es raro, es normal, pero nos amedrenta.
Pero aún más raro es como en algunas personas, la lucidez, y la integridad no se mancillan.
Y hasta se dan el lujo de escribir un optimista poema usando esdrujulos.
Es el caso de mi admirado poeta y músico Daniel Viglietti. Uruguayo. Grande.
DANIEL VIGLIETTI
ESDRUJULO
Se trata cósmicos de ser más fértiles,
de no ser tímidos, de ser más trópicos,
de ir a lo pálido, volverlo térmico,
sentirse prójimo de lo más lúdico,
con verdes lápices trazar el ámbito
de lo que mágico rompe los límites,
buscar lo hidráulico de lo volcánico,
librar la métrica, cambiar de sílabas.
Y con elásticas formas anárquicas
tocar lo afónico que suene homérico,
fundar metáforas, crear la hipótesis
de que lo asmático se vuelva oxígeno.
Situar la brújula al sur paupérrimo,
armar las síncopas contra los déspotas,
cambiar la tónica por una séptima,
tocar en triángulo sones esféricos.
Y a los dogmáticos tan poco orgásmicos,
casi ni eróticos de ser tan púdicos,
a esos acríticos de sesgo andrógino
decirles "gélidos, no sean retrógrados".
Y con armónicos cantar bien nítido
contra lo frígido luchando tórridos,
con armas múltiples llamando cálidos
fondos oceánicos de lo más lúbrico.
El ritmo cíclico del vals esdrújulo
es cual la sístole que va a la diástole,
todo cardíaco de andar eufórico,
nada presbítero, más bien sacrílego.
Amando nínfulas que sueña grávidas,
el vals acróbata cruza los vértices
llamando gráciles criaturas prístinas,
seres prolíficos de lo aún inédito.
Y a los arácnidos volverlos líricos
y a sus ejércitos juzgarlos rápido
mediante un árbitro de juicio ecuánime
que encierre en cárceles impunes pérfidos.
Y los políticos de gesto tránsfuga,
los impertérritos, los siempre cómplices
caerán patéticos en lo espasmódico
cuando lo enérgico les corte el tránsito.
Con lo poético del vals arrítmico,
que está en lo crítico de sus propósitos,
no pueden síncopes ni golpes fúnebres,
ni es por patíbulos que quede acéfalo.
Ni es por trifásicas que olvide históricas
luchas titánicas por lo inalámbrico,
por lo que ubérrimo se alza eufórico
y anuncia próximos cambios históricos.
Cuando el pobrísimo tome las cúpulas
y los famélicos tomen las Áfricas
y los indígenas tierra amazónica
y los mecánicos tomen las fábricas
y los utópicos salgan del prólogo
y los daltónicos pinten lo nítido
y los chuequísimos bailen de júbilo
ya lo terrícola será libérrimo
cual ritmo cíclico de un canto esdrújulo
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