Enmarcado el rayo en un océano de azul celestial, inmaculado, y atravesando el arupo del jardín..

sucre, sólo sentados" que corría metálico con ruedas de fierro sobre las rieles.Desde Chimbacalle salía y pasaba por abajito de la quinta de mi tío Jaime. Ahí pasaban los tres meses eternos que nos fueron llenando la felicidad de la vida , hasta colmar todas las reservas, sin luz eléctrica, con radio de tubos, con galletas de "perro" de un real, y de caramelos de miel de abeja, dorados como el oro de las mandarinas maduras y dulces que recogíamos y nos las comíamos..
Nos bañábamos en la piscina de Cumbayá, pequeña, y de agua helada de vertiente que no nos enfriaba
la ilusión ni el alma. Y en un momento, a las doce en punto del meridiano, el chaquiñán nos dejaba pasar nuestras sombras bajo nosotros, hasta desaparecerlas, para minutos después devolverlas enriquecidas con todos los oligoelementos de la madre naturaleza, en el día más largo del año.
Ya hacia el atardecer la bóveda se iba tornando lentamente mas obscura, hasta convertirse en un planetario natural azulmarino donde brillaban exactas todas las constelaciones. Y esperábamos ilusionados las luminarias de los carros de nuestros padres que venían iluminando una noche sin contaminaciones de otras
luces artificiales.
Era el día más largo del año. Y una de las épocas más felices de mi vida. El solsticio y la felicidad están presentes para siempre.
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