Desde el año de 1962, pasé mis vacaciones en Cumbayá. La quinta, una casa vieja, o antigua, era de
mis tíos Clemencia Larrea y su esposo, Jaime Vela. Mi mamá y mi tía, auxiliados con gran despliegue
físico y responsabilidad, de mi prima mayor Susana Vela Larrea, contenían a un grupo. Eran más de veinte muchachitos,entre
los Vela Larrea, Larrea Martínez, Vaca Bastidas, Bonilla Vela, y otros. Una jauría de energía
inagotable y de travesura. No había luz ni alcantarilla.Pero habían velas de cera, e higiene.
Un borrego negro que embestía y nosotros lo toreábamos, hasta que la vecina lo mató a palos
por intruso en el terreno de ella. Iban los Moncayo a caballo, Iba el "chico" Borja, a caballo, desde
el "Auqui Chico". Mi tío Jaime y mi papá llegaban como a las ocho y media dela noche, y se podía
oir sus carros y ver sus luces desde lejos, porque todo era cielo estrellado y silencio en esas noches
bucólicas. El barrio se llamaba San Juan de Piscuyá (en quechua, "valle de pájaros") y ahora es San
Juan de Cumbayá. Las callejuelas eran empedradas con piedra de río. Ahora no sólo hay luz, sino
asfalto, y oficinas y edificios. Todas las mañanas íbamos a una piscina del pueblo de Cumbayá,.
Tres kilómetros de sol y tierra, con palos como espadas o caballos imaginados. Un día mi tío Jaime
nos preguntó si queríamos tener una piscina. Nos entusiasmó. Las mañanas esa piscina pequeña y
helada, que soportábamos como si nada, y de tarde cavar un hueco para una piscina que nunca se
acabó, Y nuestra energía tampoco. Jugar ping pong. Dormir a la interperie en una caja grande de
la "Umco", que era "el club".
En 1966 mi papá compró una hectarea en San Juan de Tumbaco, camino al Ilaló. Construyó una
casita. e íbamos a pasar los fines de semana y las vacaciones. Ya adolescentes, íbamos a caballo hasta
el Pueblo. Los caballos eran prestados, la alegría era nuestra, con José Ricardo, Manuel, Los Valdés,
Muirragui, Holguín, Pallares y Salvador.Llegábamos en un bus por la vía "Interoceánica"
.desde el partidero, hoy plaza "Argentina", hasta el desvío a Cunucyacu. Tomábabamos el camino al
Ilaló y caminábamos en total un par de Kilómetros. Las ventanas de la casita no tenían rejas. Los partidos de
fútbol se prolongaban hasta que la Luna se apagaba y de tarde las cabalgatas.
Fuí el fin de semana pasado y vi mi adolescencia atropellada por la Ruta Viva. Todo eso había
desaparecido.La quinta, ahora con muros altísimos y cerrados, estaba a treinta metros del pavimento. Y con garita e intercomunicador.
Sin nostalgia, pero con "saudades" pensé:" en la vida todo es soñar, el caballito soñado y el caballo
de verdad."". Nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio".
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