Han pasado cuatro días desde la catástrofe. La gente, los ecuatorianos, todos, sentimos un dolor
aplastante, agobiante. Una frustración no nos deja paralizados , solamente porque una inercia de
solidaridad nos empuja a seguir buscando senderos para ayudar. Y hay una tregua. Y hay una
esperanza de encontrar su respuesta a esa llamada de unión. Pero basta un mínimo desliz, una
sabatina , un centavo más de despilfarro o de robo, para que se acabe su presencia. No amenazo, ni
advierto. La gente está muy vigilante. Basta una más .
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