Cuántas veces hemos oído la frase " No hay muerto malo".
Es acaso el cumplir esta etapa inexorable y final de nuestra vida fugaz. De nuestra finita existencia, algo que nos redima?
Mario Vargas Llosa es un escritor con oficio, y de calidad aunque desigual y vanidoso. Dueño de la verdad deja transparecer la amargura que viene cargando desde su infancia. Triste infancia. El sensible y tímido joven, de la estirada elite arequipeña, con un padre autoritario, controlador de vuelos de Panagra, que lo interna en un colegio militar en Lima.
Esa pesada carga lo amarga al punto de sentir la imperiosa necesidad de poseer la verdad absoluta y descalificar a quien no piensa o actua como él.
Desde el puñetazo a García Marquez, hasta el desprecio al nada despreciable Eduardo Galeano, después de muerto.
Por qué no se lo dijo cuando estaba vivo? Hay muertos que fueron buenos, Hay vivos que se vuelven malos.
Este escritor, capaz de escribir obras magníficas como "La guerra del fin del Mundo"," La tía Julia y el escribidor", "La fiesto del chivo", y de otras obras en cambio , para el olvido, se parece cada más a Carlos Alberto Montaner. Buena pluma. Mala leche. .
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