Comenzemos por el Dr. Castro ( No Fidel) que en curiosa conjugación entre médico y periodista
publica su libro "La enfermedad del poder". Si una persona llega al suicidio puede ser que le duela más la vida que la muerte. Si una persona, no conforme con confrontar sus propios problemas con-
naturales de la vida y quiere hacerse cargo de un país, tomando en cuenta que la real politik no es exactamente afán de servicio, quiere decir que le atrae más el poder que su propia vida.
Pero como así son las adicciones, y la transparencia y responsabilidad con los mandantes, no es lo primordial, demos una ojeada a unos pocos ejemplos de la vida real.
Desde la tartamudez de Claudio, como arma de supervivencia, hasta el rabdomiosarcoma de Chávez y esa foto con sus hijas, oculta la traqueostomía, y con sonrisa amarilla, (Esta vivo!),
pasando por el calvario maquillado de Tancredo Neves, Las muertes postergadas en su información
de José Stalin, y la muerte por insuficiencia renal del sanguinario Juan Vicente Gómez, acaecida
el 15 de Diciembre de 1935 y hecha pública el 17 de Diciembre, aniversario de la muerte del Libertador, mientras los cortesanos se jalaban de las barbas, por hacerse del poder.
John F Kennedy, con insuficiencia suprarenal desde los 17 años, recibiendo corticoides que pulverizaron sus vértebras, y sumado a la herencia y educación de papá Joseph, abonaron su satiriasis , y que llegó a usar hasta ocho drogas diferentes simultaneamente, administradas por el Dr. "Feelgood" de dudosa ética en la casa blanca.
Las profundas depresiones de Lincoln y Churchil(este último sumado a un alcoholismo marcado,)
el alcholismo de Jaime Lusinci en venezuela, la ceguera del otro sanguinario mojigato Joaquín Balaguer, el retardo mental de "Tachito" Somoza, la insuficiencia renal del dictador Ferdinand Marcos de Filipinas. La lista es enorme.
Por eso me pareció que lo de Ratzinger, de una derecha rígida y casi inquisidora, sumada a su avanzada edad, y su incapacidad para manejar la desverguenza de los hampones que se han tomado el Vaticano, no fue estremecedor, sino lógico, en su abdicación al papado.
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