Protagonistas del clásico del fútbol de Quito, desde el año 1954, jugaban en el Estadio del Ejido
(Parque de Mayo). Ese pequeño estadio era mágico. Los jugadores calentaban en el césped de la
entrada a tribuna. Yo pasaba al lado de ellos. Idolos al alcance de mi mano. De carne y hueso.
Muchos espectadores se trepaban a lo más alto de los árboles del parque, y tenían una visión gra-
tuita y magnífica.
El estadio tenía un arbolito que se dió modos de crecer entre una y otra plancha de cemento, de la

rudimentaria constucción de la general. Casi siempre los hinchas del Aucas, lo decoraban con sus
colores amarillo y rojo en cintas que lo envolvían cariñosamente. No había plata de por medio.
Los jugadores defendían su camiseta con ardor, honor y amor . Las hinchadas se burlaban una de

del sol , del deporte y de la amistad.

o "amateurs". A los 8 años años han vuelto a encontrarse. Estadio lleno en Chillogallo.
Ninguna bronca, ningún lesionado. Resguardándose mágicamente en un limbo deportivo, en este
mundo donde se adora al becerro de oro. Y la violencia y frustración del día a día se traduce en
una catarsis enfermiza, que no ha respetado el convivir, ni los estadios.
Que bueno estar de vuelta en este Oasis.
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