sábado, 20 de julio de 2019

NO EXISTE NADA COMO EL TIEMPO PARA PASAR

Hoy al despertar, sentí un peso enorme sobre mi cuerpo. Y en seguida me di cuenta que eran los

cincuenta años que se nos han pasado desde que el hombre pisó la luna. Sin meterme en el

berenjenal de la duda metódica, con fuerte aroma a guerra fría, de si fue o no real, marcó un hito.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Veníamos de pasar un fin de semana en una quinta que tenían

mis padres en Tumbaco, en "Pachosala". Mis padres, mis hermanos y un gran amigo, (los grandes

amigos duran toda la vida, y son escasos) José Cornejo Mignone, con el que pasamos en la finca.

Domingo, 20 de Julio de 1969, vacaciones. Yo pasaba de segundo a tercer curso y gozaba de cada

momento, de sol canicular y vendavales de libertad. A los trece años uno no sentía nada exagerado.

A las siete y treinta nueve de la noche, regresando por el angosto camino empedrado que  nos traía a

Quito, mi padre venía oyendo un ruido desastroso que salía del radio del Opel Rekord "Utility"

modelo 67, con mucha atención. Algún grito salió del carro y que fue  acompañado de un "Eureka"

entusiasmado. Mi papá nos dijo que era algo trascendente. Nos dio eufóricas explicaciones de la

importancia que tenía el hecho. Apuntaba al futuro, al logro tecnológico. A las consecuencias

positivas que podrían venir. (Por cierto ese año la Liga fue Campeona Nacional de Fútbol por

primera vez, pero no creo que se refería a eso.)

El hecho es que marcó la fecha. Un antes y un después.

Por otro lado me hizo reflexionar en como se ha pasado la vida, la mía con un buen balance.

pero tan callando. Tan sin darme cuenta, hasta que una de estas ocasiones te recuerda la

fugacidad. Unas veces nuestra amiga, otras nuestra maldición.

Lo que todavía nos preguntamos Joaquín Sabina y yo, es quién nos robó el mes da Abril.

Puede ser porque Abril es el mes más cruel.






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