domingo, 28 de julio de 2019

EL VALLE DEL CHOTA

Hace un poco más de 40 años mis amigos y yo nos fuimos en un par de furgonetas al valle del Chota,

mágico lugar, con un río que dividía una zona absolutamente árida, dura, caliente y seca. El otro lado

el río al bajar lamía una orilla que se elevaba en un verde intenso, multitonal y fértil.

Todo lo que aquí relato, es lo que recuerdo. Sin fotos ni lecturas.

El Septiembre del 2019 , cuando cumpla 64, pediré que me manden una postal, que me escriban una

carta, dándome su punto de vista, y preguntarme si todavía me necesitarán , o alimentarán .

Pero ahora escribiré lo que me han dejado la fiel memora y los desiertos días. Lo que aquí testifico es

obra de ello y mi propia visión. El calor seco sin mucha brisa dejaba pasar una luz de tono exquisito,

entre risas y cáñamo. Y la noche era muy estrellada y diáfana. No había peligro alguno.

Subí caminando al pueblito que se recostaba sobre el lado árido del valle, algún día conocido como

Coenga o valle de la muerte , por su calor y la presencia del la malaria.Pero esta había sido erradicada

con el Pian, entre  Guillermo Bixbi y Jaime Ribadeneira, quienes con fondos de ayuda internacional,

y sin cobrar, ni tocar un cantavo, con sistema de exclusas que empozaban el agua , hecho por sus

cuadrillas de trabajadores del Ministerio de Previsión Social, y la colaboración de la población

que recibía un calé, la mitad de un medio, o sea 2,5 centavos de ese sucre, antes vigoroso, por la

captura de cada larva de la hembra del anopheles. Cuando casi no existían larvas, llegaron a pagar

un sucre por cada una de ellas.
Llegó la penicilina. No había alergia por no haber exposición previa y una de dosis de 5000 unidades intramusculares, hizo desaparecer la endémica mancha del Pian oFambruesa. 

Era 1949. Hace 70 años ,muy cerca del Yachay , en Ambuquí, dos ecuatorianos en cuatro

meses de voluntariado honesto, acompañados de heroicas cuadrillas con las que compartieron tierra

y manto en la noche, sudor y sombrero en el día  y con el compromiso de la población sanearon

el "valle de la muerte" y el flagelo de la perniciosa, que asolaba Ibarra.  Eso no fue publicitado ni

utilizado como obra de clientelismo político y pasa desapercibido en la historia.

La gente se escondía del sol en un caserío multicolor que iba del violeta al naranja y le hacían entrar a

uno a sus casitas alucinantes y compertían todo lo que tenían con un pausa y candor. Cálidos y

discretos armaban en la tardecita bandas mochas que tocaban entre 14 personas y con instrumentos

ancestrales y artesanales una música de ritmo , la bomba ,entre ellas, y dejaban ver la magia del su

ritmo antiguo, traído del Congo, Guinea del Sur, Angola de Mina, Carabalí, Anangonó, Chalá, que

les imponía como apellidos los jesuitas y mercederarios,para que trabajen sus latifundios cuando llegaron en 1690, para substituir a los indios que habían sido diezmados por las mitas del trapiche.

Era entonces una región bella y contrastante, a 1500 metros sobre el nivel del mar.

Vale la pena recorrer el Ecuador. País dual , bendecido y maldecido.

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