El martes de la semana en curso, hurtaron ágilmente un I Phone 5 de mi propiedad, que reposaba
en el escritorio de mi secretaria. Antes, robaban, hurtaban o asaltaban para tomar un vehículo ajeno.
Después, extraían para substraérselos, los "cerebros" de los automóviles. Ahora la tendencia es tomar
celulares ajenos. Son caros. Afuera entre 400 y 500 dólares, aquí entre 800 y 900.Para venderlos a
precio de gallina flaca, a nada, o para recuperar partes, o para reusarlos, eludiendo las seguridades,
para usos ilícitos.
En todo caso existe la impronta del robo, de apropiarse de lo ajeno.
Yo lamé a la operadora de ese servicio de telefonía móvil. bloqueé el número censado, fui a las
oficinas y por 1,15 me repusiero un "Cheep", con mi número, memoria de guía telefónica, que se
reconectó inmediatamente en mi antiguo y resistente Nokia, "el frijolito". Tiene muchísimas
aplicaciones, que no uso a excepción del que se conecta a los parlantes de mi carro, y me permite
contestar llamadas sin ocupar las manos o distraer la visión. El Trino o "Tweeter" que nunca usé,
El Facebook al que nunca me abrí, la recepción de correos que lo hago en mi computador personal.
Sentado frente a él en su momento diario, Las fotografías y videos que nunca capto ni divulgo,
todo lo tiene. No lo uso porque no lo necesito. La información médica está a mi alcance en los
lugares destinados a ellos. Y mi cabeza está en su puesto, y no atada a las redes sociales, nuevo
nombre de las mortales telarañas. Soy libre de ataduras, de distracciones y me comunico igual que
antes, pero menos ostentosamente, y sin esclavitud.
Hay veces en al robarte, te liberan de las cadenas que te autoimpusiste.
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