Ver desarrollar cualquier actividad, con alta calidad, no sólo es interesante. Es notable y placentero.
Para quienes, como yo, preferimos que no ganen siempre los mismos, es una satisfacción adicional
ver otros rostros en esta final del Abierto de Australia.
Con el añadido , que son dos maestros, de larga trayectoria, que han conseguido en base de disci-
plina, calidad, perseverancia y experiencia, detener el alud de la juventud, de muchachos que
probablemente llegarán a ser los mejores, pero que en este caso no pudieron superar con la fuerza
de su juventud, la maestría de los veteranos.
Dos grandes, históricos y elegantes jugadores les trazaron la linea con su raqueta forjada en mil
batallas. Han conseguido recuperarse de lesiones graves, de heridas de guerra, de tantas guerras,
en realidad. y han demostrado que en este momento de ímpetu vertiginoso, en que todo es tan fugaz,
la calidad, y la experiencia demandan respeto y aun no están para ser descartados.
Es alentador en estos tiempos del "Pret-a-porter" y del "úselo y tírelo" que reclamó Galeano, y que
no siempre el tiempo joven, le falte al tiempo el respeto. Nadal y Federer ya ganaron esta final.
Y dejan una clara señal para los que vienen llegando en tropel. Tendrán que esperar su tiempo.
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