Mi madre era una figura a contraluz , difuminada entonces y más ahora. La recuerdo observando por
la tarde, en la ventana que daba al occidente, con una mirada silente, y una sonrisa misteriosa,mirando el
jardín que había sembrado más de 50 años antes. El tomate de árbol, ahora un árbol seco, los
duraznos marchitos, los chamburos intactos rodeados por una mata gruesa, viva y verde, y al fondo el
Pichincha iluminándose oblicuo, con el sol de media tarde. Largos los silencios. El humo del
cigarrillo. Cuando me acercaba abría una sonrisa cariñosa, sin decir nada. En que pensaba?
Qué estrella esperaba que despunte en el cielo apagándose?. No lo se. No lo sabré nunca.
Pero después conversaba con ternura, como recordando mi niñez, su juventud, los perros y las
gallinas que ya no estaban. "Está enfriando, entremos". Me decía.
Mi padre veía frente a la luz con los ojos acerados y quietos, tras sus cristales de hipermétrope se
veían más grandes.Cortaba el ensimismamiento, y me besaba cuando yo entraba. Hablaba del
presente con sabia preocupación , que se adquiere con los años. No veía el jardín. Veía el horizonte.
Pensaba con largos y profundos silencios. Pensaba mucho. En que pensaba?
Hoy son recuerdos, recuerdos, besos distantes y amados.
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