Cuando el Titanic se hundía, año de 1912, y se oía el crujir de las entrañas del enorme transatlántico
en las gélidas aguas del Atlántico Norte, entre Gran Bretaña y New York, la banda de música de
cuerdas que tocaba sobre la cubierta, decidió con dignidad, y estoicamente tocar lo que pensaron
sería su última actuación.
El Viloncelista abrió el estuche y sentado tocó su instrumento, junto a sus compañeros. La gente
corría , gritando desesperada ante la inmutable elegancia de los música.
Cuando el fin se acercaba , el navió se partió y todo lo que estaba sobre la pista de tablones, resbaló
sin detenerse a ese oceano negro y frío, que se convertiria en la tumba de muchos. El azar quiso
que el chelista al resbalar cayera sobre el estuchue del instrumento, que lo convirtió en un nuevo
Moisés cuando un barco que iba a ayudarlos lo recogió y salvó.
Murió muchos años después, en tierra firme, viejo , de causas naturales.
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