Llegó con su espada de madera
y zapatos de payaso a comerse la ciudad
compró suerte en doña Manolita
y al pasar por la Cibeles quiso sacarla a bailar
un vals como dos enamorados
y dormirse acurrucados a la sombra de un león,
que tal, estoy sola y sin marido
gracias por haber venido a abrigarme el corazón.
Ayer a la hora de la cena
descubrieron que faltaba el interno dieciséis
tal vez disfrazado de enfermero
se escapo de Cienpozuelos con su capirote de papel
A su estatua preferida un anillo de pedida
levanto en El Corte Inglés
con él en el dedo al día siguiente
vi a la novia del agente que lo vino a detener.
Cayó como un pájaro del árbol
cuando sus labios de mármol lo obligaron a soltar
quedó un taxista que pasaba
mudo al ver como empezaba la Cibeles a llorar
y chocó contra el Banco Central,
y chocó contra el Banco Central,
y chocó contra el Banco...
El jueves, al mirar ese edificio, de 10 pisos y de vidrio,
recordé que en ese sitio , pasé parte de mi vida,
de los 5 a 25, en la casa de mis padres, con jardines y gallinas,
perros , gatos, en el patio,
una cancha de futbol, que iluminábamos, a principios del 64,
prendiendo las luces de la sala, la oficina de mi padre,
y la ayuda de la luna,,
y sentir, como cancha iluminada,
y jugando con mi hermano,
hasta que el sereno que hacía la ronda, pasaba por la calle vacía,
y pitaba como un juez, para acabar con los partidos ,
a eso de las 9 ó 10.
Y ahí pasó nuestra niñez, nuestra juventud.
La miré, con un dejo de nostalgia,
como el interno 16,
porque el edificio que ahora se levanta,
se llama cibeles.
Y yo también pasé, y pensé,
que en la vida que vivimos ,
también hecha de momentos, todo es eso,
pasar, sin voltear atrás.
Nos está vedado regresar.
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