El nombre de la serie auspiciada por Netflix y transmitida por televisión prepagada es "House of Cards".
El personaje principal es Frank ( Francis) Underwood, interpretado magistralmente por Kevin Spacey,
y su esposa. El resto del elenco, le sigue el paso. Este es un congresista demócrata del Sur ( South Carolina)
que, tras una infancia difícil, con un padre drástico, y con reveses económicos, huérfano de madre e hijo
único, entra en la política y va ascendiendo hasta ser un senador demócrata, jefe de bancada, carismático,
maquiavelicamente prágmatico, acompañado de una esposa con la que comparte una ambición desmedida,
con estrategia de ajedrecista, carencia de escrúpulos, despiadado, sanguinario incluso (llega a asesinar por
propia mano a quien le obstaculiza en su carrera al poder). No amigos. Si lealtades inquebrantables de sus
asistentes, individualistas, corruptos, y útiles y desechables, lealtades que él no corresponde.
El ritmo sostenido , el suspenso, la acción en que se desarrolla el relato, con comentarios en "of the record"
al público (nosotros), y llegando a poner en riesgo la seguridad de su país , del mundo, de la vida de su
esposa, y la suya propia, con tal de jugarse todo o nada por la Presidencia de La República de EEUU,
sin que le inmute correr riesgos para satisfacer su necesidad imperiosa de poder, pactando con enemigos,
traicionando amigos, y poniendo zancadillas sin remordimiento, logra su objetivo. Habita ahora en un enorme
castillo de naipes. Estos, todos, se derrumban porque son hijos del equilibrio precario, sin cimientos.
Es la realidad de la política de antes, ahora y siempre. Es la historia de Caín , que sigue matando a Abel.
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