He vivido en estos meses dos intensos sismos. Causa efecto. Después de la muerte de mi madre me quedé huérfano.
Lo cual en la niñez es una conmovedora y ominosa sensación de terror , soledad y desprotección.
Lo cual en la niñez es una conmovedora y ominosa sensación de terror , soledad y desprotección.
Pero la vida es un fenómeno de movimiento indetenible.
Y con el paso del tiempo que la compone, se va formando una estructura que fluye incesante. El envejecimiento propio y ajeno parece darle una normalización y es como que las cosas caminan hacia donde deben estar , para continuar esa dinámica permanente.
Y con el paso del tiempo que la compone, se va formando una estructura que fluye incesante. El envejecimiento propio y ajeno parece darle una normalización y es como que las cosas caminan hacia donde deben estar , para continuar esa dinámica permanente.
Sin embargo la memoria ha marcado con fuego los afectos, los detalles, los cimientos que sentimos en nuestra cuotidianidad.
Los escenarios, las experiencias vividas , pasadas pero no olvidadas, nos remueven violéntamente la emoción. Con negros y blancos en una infinita gama de grises matizada.
Me he demorado meses en es reunir estas palabras y expresar ese sentir.
Me pude despedir de mi madre en forma natural, y serena. Pero vino la desmontada de 54 años de recuerdos al vaciar la casa. Como ir sacando uno a uno los pequeños azulejos de un enorme mural.
Cada cuarto, cada ventana, cada puerta, cada árbol, cada planta. Cada armario, cada cama.
Cada baño. Cada año , ir como ir deshojando el calendario. Parecen venir del momento en que aprendí a acuñar el tiempo en días. Y este en momentos. Y debo reconocer que la mudanza la hizo casi toda, mi hermano.
Recuerdo una mañana, en que juntos en la bodega clasificando, guardando o abandonado, cada pequeño objeto, cada carta, de esas pequeñas cosas , que nos dejó un tiempo vivido, y a los que canta Serrat.
Sonó estruendoso el cerrarse del último baul, lleno de cosas condenadas a quedarse presas ahí y desaparecer de la faz de la tierra.
Un domingo mi hermano pasó por la casa, y me contó que estaba semivacía , pero en pie, con sus viejas
cortinas. Al día siguiente , derruyeron, demolieron, destruyeron, derrocaron la casa en 3 horas.
Pasé esa noche. Estaba ese monstruo de acero, esa enorme máquina .Negra y amarilla. con su enorme brazo metalico y sus mandíbulas destructoras.
Silenciosa. Pero no dormida. Y ví el jardín que de niño, me parecía una enorme cancha de fútbol, y cuando ampliaron la casa , Mi hermano y yo allá por el 64, prendíamos las luces del estudio de mi padre y las de la sala y nos trasladábamos a un campo iluminado en Quito, que no existiría hasta fines del 69 en el Atahualpa iluminado.
Inaugurado con ese partido en que Liga le ganó al Alhajuela por uno a cero con gol de Schetina, con el graderío repleto y alucinado por la maravillosa luz eléctrica que conmovía a León Felipe.
Veía correr a mi perro Bobi , negro,manso y lleno de pelados producidos por el furioso picoteo del rabioso ganso Danilo, torturador de tercera categoría, que también tenía su espacio en esa pequeña arca de Noé, en el jardín de esa casa grande de barrio de clase media alta, conviviendo entre árboles de tomate de árbol, chamburos y duraznos que yo agarraba desde la ventana de mi cuarto.
Mi madre leyendo. Mi padre jugando carnaval y escribiendo. Gatos y gallinas.
Orquideas y un enorme tilo. Convertido en escombros polvorientos me llegaron al corazón, y me dolió la memoria.
Silenciosa. Pero no dormida. Y ví el jardín que de niño, me parecía una enorme cancha de fútbol, y cuando ampliaron la casa , Mi hermano y yo allá por el 64, prendíamos las luces del estudio de mi padre y las de la sala y nos trasladábamos a un campo iluminado en Quito, que no existiría hasta fines del 69 en el Atahualpa iluminado.
Inaugurado con ese partido en que Liga le ganó al Alhajuela por uno a cero con gol de Schetina, con el graderío repleto y alucinado por la maravillosa luz eléctrica que conmovía a León Felipe.
Veía correr a mi perro Bobi , negro,manso y lleno de pelados producidos por el furioso picoteo del rabioso ganso Danilo, torturador de tercera categoría, que también tenía su espacio en esa pequeña arca de Noé, en el jardín de esa casa grande de barrio de clase media alta, conviviendo entre árboles de tomate de árbol, chamburos y duraznos que yo agarraba desde la ventana de mi cuarto.
Mi madre leyendo. Mi padre jugando carnaval y escribiendo. Gatos y gallinas.
Orquideas y un enorme tilo. Convertido en escombros polvorientos me llegaron al corazón, y me dolió la memoria.
Pasé después de una semana, y ya todo estaba guardado en mi pasado. Sólo las cosas no estaban. Porque así tenía que ser.
El otro golpe fue el deterioro de la salud de mi perrito Doc. Que no podía con su cuerpo.
Fue conmigo, confiado al veterinario para que le abrevie ese irreversible sufrir, y le quitó la vida. y su mirada triste, se fue opacando.
Enterré el cuerpo inerte. Con una parte mía.
Fue conmigo, confiado al veterinario para que le abrevie ese irreversible sufrir, y le quitó la vida. y su mirada triste, se fue opacando.
Enterré el cuerpo inerte. Con una parte mía.
Cuando vinieron a consolarme trayéndoma una cahorrita que era su nieta, no sabía si aceptarla.
Lo hice y le puse de nombre "Duda", por mi vacilación. Pero me alegra. Crece y juega. Y aunque la alegría tenga
Lo hice y le puse de nombre "Duda", por mi vacilación. Pero me alegra. Crece y juega. Y aunque la alegría tenga
un precio, dado que todo tiene principio y fin, vale la pena pagarlo. Porque así tenía que ser.
Recién ahora reuní fuerza y escribo esto. Porque asi tenía que ser.