Cuando leí por primera
vez "El Etnógrafo" de Borges en 1973 , soñé con esto.
Cuando lo releí por enésima vez en 1991 , soñé con esto, pero soñé en una lengua que no era la
mía.
jueves, 27 de septiembre de 2012
MUJERES : DE SILVIO RODRIGUEZ
Mujeres
(Silvio Rodríguez)
Me estremeció la mujer que empinaba a sus hijos
hacia la estrella de aquella otra madre mayor.
Y cómo los recogía del polvo teñidos
para enterrarlos debajo de su corazón.
Me estremeció la mujer del poeta, el caudillo,
siempre a la sombra y llenando un espacio vital.
Me estremeció la mujer que incendiaba los trillos
de la melena invencible de aquel alemán.
Me estremeció la muchacha
hija de aquel feroz continente,
que se marchó de su casa
para otra de toda la gente.
Me han estremecido un montón de mujeres,
mujeres de fuego, mujeres de nieve.
Pero lo que me ha estremecido
hasta perder casi el sentido,
lo que a mi más me ha estremecido
son tus ojitos, mi hija,
son tus ojitos divinos.
Me estremeció la mujer que parió once hijos
en el tiempo de la harina y un quilo de pan
y los miró endurecerse mascando carijos.
Me estremeció porque era mi abuela además.
Me estremecieron mujeres
que la historia anotó entre laureles.
Y otras desconocidas, gigantes,
que no hay libro que las aguante.
EDUARDO LARREA S: AGORERO O VISIONARIO?
Este artículo fue publicado en el diario "El Tiempo" de Quito, el 19 de Febrero de 1972 Casi 28 años antes de la dolarización. Cualquier semejanza con lo que sigue pasando en nuestra economía, NO es una coincidencia, ni FICCION.
ECO DE UNA LEYENDA
Una de las leyendas más populares y reveladoras del espíritu y las costumbres de la Colonia es la del Padre Almeida. Este fraile bajaba de su convento todas las noches por los brazos de un Cristo para evadir su prisión religiosa y dejarse morder por las flaquezas de la carne y las ansiedades de su juventud. Regresaba por los mismos brazos de Jesús Crucificado desde el atrio de San Francisco a la ventanilla de su celda. Cuando se evadía, el Cristo le preguntaba: "¿Hasta cuándo, Padre AImeida?", y el fraile respondía: "Hasta la vuelta, Señor". Cada noche se repetía esta evasión llena de devaneos y aventuras, hasta cuando una de aquellas noches en que el fraile regresaba a su convento, se sorprendió con la procesión de un entierro. Cuando el fraile averiguó quién era el muerto, le informaron que era el Padre Almeida. Sorprendido, avergonzado y aturdido por el acontecimiento, el fraile se llenó de contricción, arrepentimiento y piedad consigo mismo y no repitió sus aventuras.
Esta leyenda parece convertirse en realidad cuando se mira la liberalidad y la aventura fiscal. Mil millones de sucres de déficit de este año; deuda pública que tiene que pagarse con fondos del Central; más de mil millones de evidente desequilibrio en el año próximo; préstamos y contratos, obras y programas. Como si esto fuera poco, se consolidan las deudas del Banco de Fomento, se obliga al Banco Central que adquiera las acciones de la Grancolombiana y que le anticipe al Banco de Fomento 270 millones más de sucres.
Esta danza de los millones en momentos en que nadie duda que estamos en un proceso inflacionario sin precedentes en nuestra historia monetaria hace pensar que todos los días, todos los meses, todo el tiempo, el país pregunta: ¿Hasta cuándo se va a mantener esta política inflacionaria?
La respuesta no se hace esperar. Nuevos aumentos de medio circulante, nuevos procesos acumulativos en una inflación que empieza su ritmo galopante.
Hasta cuando un día veamos pasar el féretro de nuestro Sucre, tras una procesión desesperada de hambre y de miseria, porque a cada ciudadano le han recortado el poder adquisitivo de su moneda, le han decapitado su ingreso con el impuesto más injusto y regresivo, el de la desvalorización de la moneda.
En Chile enterraron el peso; en Brasil el reis y el milreis, para poner en su lugar al escudo y al cruzeiro. Nosotros tendremos que enterrar al sucre para poner en su lugar una utopía.
Porque utopía es creer que la emisión de billetes está justificada, porque se destinará a la producción agrícola o a la construcción de puentes y carreteras. Más de una vez se ha dicho, y la historia del mundo lo ha comprobado en más de dos mil años, que con moneda emitida simplemente no se fabrica el progreso. Aun cuando se abusó del oro venido de las colonias, España sucumbió ante la inflación y su edad de oro se derrumbó como castillo de naipes. Mucho más cuando esa emisión se hace no en oro, sino en papel y en cuentas bancarias. Los que obtienen créditos para la agricultura, o construyen puentes y caminos no se quedan con ese dinero: compran semillas o sementales, pagan salarios y adquieren cemento. Y ese dinero se pone a circular, va a los bancos, éstos prestan, las gentes aumentan sus importaciones y su demanda de bienes nacionales. Esta demanda hace subir los precios. Esto se refleja en más altos precios de todos los artículos, en más ilusorios ingresos nominales, en más depósitos, en más demanda de crédito, en mayor circulación. Hasta cuando el fomento agrícola se ha producido como diez y hasta cuando los puentes y caminos aumenten la riqueza nacional como diez, la demanda, los costos, los precios, la circulación, etc. se han multiplicado como ciento y el poder adquisitivo ha bajado en la proporción de esos noventa, que es la diferencia entre bienes y servicios ofrecidos y capacidad de la demanda.
Cierto que este proceso no es tan matemático ni tan simple como pintan estas líneas. Pero de todos modos, los resultados son incuestionables. Se acumula el proceso de inflación. Mientras más dinero hay, la gente vive quejándose de asfixia y exige más dinero y los precios suben más y más. Los salarios y los ingresos de un 90% de la población solo suben retardadamente; los poseedores de bienes reales ven subir el valor de sus fortunas y la pirámide de la injusticia social se incrementa y agudiza.
Estamos en la transición a un nuevo gobierno. Quien quiera que sea verá ante sus ojos la incapacidad de frenar esta inflación y, si con dura firmeza lo hace, el país tendrá que soportar sacrificios que no se imaginó jamás.
El eco de la leyenda quiteña del Padre Almeida se empieza a tornar en realidad. ¿Hasta cuándo esta inflación? Hasta la vuelta, Señor. Hasta cuando veamos la procesión de nuestro propio entierro en una noche de sombras.
ECO DE UNA LEYENDA
Una de las leyendas más populares y reveladoras del espíritu y las costumbres de la Colonia es la del Padre Almeida. Este fraile bajaba de su convento todas las noches por los brazos de un Cristo para evadir su prisión religiosa y dejarse morder por las flaquezas de la carne y las ansiedades de su juventud. Regresaba por los mismos brazos de Jesús Crucificado desde el atrio de San Francisco a la ventanilla de su celda. Cuando se evadía, el Cristo le preguntaba: "¿Hasta cuándo, Padre AImeida?", y el fraile respondía: "Hasta la vuelta, Señor". Cada noche se repetía esta evasión llena de devaneos y aventuras, hasta cuando una de aquellas noches en que el fraile regresaba a su convento, se sorprendió con la procesión de un entierro. Cuando el fraile averiguó quién era el muerto, le informaron que era el Padre Almeida. Sorprendido, avergonzado y aturdido por el acontecimiento, el fraile se llenó de contricción, arrepentimiento y piedad consigo mismo y no repitió sus aventuras.
Esta leyenda parece convertirse en realidad cuando se mira la liberalidad y la aventura fiscal. Mil millones de sucres de déficit de este año; deuda pública que tiene que pagarse con fondos del Central; más de mil millones de evidente desequilibrio en el año próximo; préstamos y contratos, obras y programas. Como si esto fuera poco, se consolidan las deudas del Banco de Fomento, se obliga al Banco Central que adquiera las acciones de la Grancolombiana y que le anticipe al Banco de Fomento 270 millones más de sucres.
Esta danza de los millones en momentos en que nadie duda que estamos en un proceso inflacionario sin precedentes en nuestra historia monetaria hace pensar que todos los días, todos los meses, todo el tiempo, el país pregunta: ¿Hasta cuándo se va a mantener esta política inflacionaria?
La respuesta no se hace esperar. Nuevos aumentos de medio circulante, nuevos procesos acumulativos en una inflación que empieza su ritmo galopante.
Hasta cuando un día veamos pasar el féretro de nuestro Sucre, tras una procesión desesperada de hambre y de miseria, porque a cada ciudadano le han recortado el poder adquisitivo de su moneda, le han decapitado su ingreso con el impuesto más injusto y regresivo, el de la desvalorización de la moneda.
En Chile enterraron el peso; en Brasil el reis y el milreis, para poner en su lugar al escudo y al cruzeiro. Nosotros tendremos que enterrar al sucre para poner en su lugar una utopía.
Porque utopía es creer que la emisión de billetes está justificada, porque se destinará a la producción agrícola o a la construcción de puentes y carreteras. Más de una vez se ha dicho, y la historia del mundo lo ha comprobado en más de dos mil años, que con moneda emitida simplemente no se fabrica el progreso. Aun cuando se abusó del oro venido de las colonias, España sucumbió ante la inflación y su edad de oro se derrumbó como castillo de naipes. Mucho más cuando esa emisión se hace no en oro, sino en papel y en cuentas bancarias. Los que obtienen créditos para la agricultura, o construyen puentes y caminos no se quedan con ese dinero: compran semillas o sementales, pagan salarios y adquieren cemento. Y ese dinero se pone a circular, va a los bancos, éstos prestan, las gentes aumentan sus importaciones y su demanda de bienes nacionales. Esta demanda hace subir los precios. Esto se refleja en más altos precios de todos los artículos, en más ilusorios ingresos nominales, en más depósitos, en más demanda de crédito, en mayor circulación. Hasta cuando el fomento agrícola se ha producido como diez y hasta cuando los puentes y caminos aumenten la riqueza nacional como diez, la demanda, los costos, los precios, la circulación, etc. se han multiplicado como ciento y el poder adquisitivo ha bajado en la proporción de esos noventa, que es la diferencia entre bienes y servicios ofrecidos y capacidad de la demanda.
Cierto que este proceso no es tan matemático ni tan simple como pintan estas líneas. Pero de todos modos, los resultados son incuestionables. Se acumula el proceso de inflación. Mientras más dinero hay, la gente vive quejándose de asfixia y exige más dinero y los precios suben más y más. Los salarios y los ingresos de un 90% de la población solo suben retardadamente; los poseedores de bienes reales ven subir el valor de sus fortunas y la pirámide de la injusticia social se incrementa y agudiza.
Estamos en la transición a un nuevo gobierno. Quien quiera que sea verá ante sus ojos la incapacidad de frenar esta inflación y, si con dura firmeza lo hace, el país tendrá que soportar sacrificios que no se imaginó jamás.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
viernes, 14 de septiembre de 2012
DANZANTIGUA
Del mismo barro
El monótono mono tono
del danzante
cobrizo callado de los Andes,
parece repetir
su infinito paso lento,
con pases igualados,
con compases repetidos,
andando por un camino interminable,
sin pasado ni futuro,
sin remordimiento ni esperanza,
sin tristeza, ni alegria,
razgado el silencio por
la fría y filosa navaja
del viento.
Cantado por los notas altas
de una guitarra,
que como 'viento de páramo
rompe el silencio, lo desgarra,
dejando intacta en la agigantada sombra
de la tarde,
la figura encorvada, ensimismada
y casi inmóvil del danzante
atrapado en un tiempo detenido
y trashumando un sendero infinito
de espacio inexistente.
domingo, 9 de septiembre de 2012
A MIS HIJOS
De Francisco Luis Bernardez, en su libro "Poemas de carne y hueso" escrita en 1943.
El hijo
Ya soy feliz, ya tengo un hijo, ya no estoy solo por completo en este mundo.
Ya existe un ser que me acompaña, ya tengo un sitio asegurado en el futuro.
Cuando mi vida estaba sola, todo era en ella indefinido y vagabundo.
El universo era de arena; los días eran como el viento y como el humo.
Desde que estoy acompañado, todo se vuelve más preciso y más seguro.
y entre las cosas recobradas tengo descanso, tengo sombra y tengo rumbo.
Vivo en la tierra como el árbol; tengo cimientos en la tierra como el muro.
y estoy fundado en esta vida con todo el peso de la frente y de los puños.
Mi corazón estaba seco, mi corazón en este yermo estaba mustio.
Pero por fin ha retoñado, y en este yermo ha dado flor y ha dado fruto.
Al florecer y al dar su fruto de bendición, mi corazón mira y se asombra.
No sé si el mundo es el de siempre, pero lo cierto es que lo veo en otra forma.
Todo es más bello y más profundo, todo es más vivo y más perfecto que hasta ahora.
Todo conmueve con más fuerza, todo se imprime con más fuerza en la memoria.
Los elementos renovados están sujetos dulcemente a nuevas normas.
El agua es limpia, el fuego dócil, el aire diáfano y la tierra luminosa.
Todos los seres son tan míos que no los puedo distinguir de mi persona.
Desde el gusano hasta la estrella, desde la piedra que no siente hasta la rosa.
El universo recupera su voz de niño y su mirada candorosa. Con todo el ser en los sentidos, yo estoy pendiente de sus ojos y su boca.
Desde que soy padre de un hijo, vivo en la tierra con el alma y con el cuerpo.
y en este mundo de los hombres ya tengo parte, ya no soy un forastero.
Siento que todas mis raíces están hundidas como garras en el suelo.
y que del centro de la tierra sube a mis labios un temblor de sangre y fuego.
Abro los ojos y descubro que ya no hay ser con quien no tenga parentesco.
Hasta los hombres más lejanos son mis hermanos en la carne y en los huesos
Veo mi huella en cada huella y oigo el latido de mi pecho en cada pecho.
Ya no me siento desterrado, ya no contemplo el universo desde lejos.
Ahora vivo en este mundo, y en este mundo soy feliz y estoy despierto.
Siento algo así como si el alma y el corazón hubieran dado un hondo grito.
y en ese grito me arrancaran lo más perfecto y lo más puro de mí mismo.
Un sol que no es el de este mundo llena mi ser con su calor desconocido.
y con su luz maravillosa me alumbra el alma, el corazón y los sentidos.
Porque ya tengo un eco eterno, porque ya tengo para siempre un eco vivo.
Ya ni la muerte poderosa tendrá poder sobre mi nombre y mi apellido.
Porque este río que hoy empieza los llevará con emoción de siglo en siglo.
Eco de carne de mi carne, que ha de rodar como una piedra en el abismo.
Río de sangre de mi sangre, que ha de correr por este mundo como un río.
Desde que soy padre de un hijo, vivo escuchando los lejanos corazones.
Y adivinando los gemidos de los que sufren más allá del horizonte.
Ninguna queja se me oculta, ninguna lágrima furtiva se me esconde.
Estoy atento a las miradas, a los latidos, a los gestos y a las voces.
Comunicado con el mundo, siento sus penas y comparto sus dolores.
Y un gran deseo de profunda fraternidad me llena el pecho hasta los bordes.
Quiero que todos en la tierra sean felices como yo, que nadie llore.
Quiero que cesen las querellas y que haya paz y comprensión entre los hombres.
Que hasta las puertas más hostiles giren un día con amor sobre
sus goznes.
Y que el amor entre por ellas, y que la vida verdadera empiece
entonces.
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