Yo tenía 8, estaba en tercer grado de la escuela Espejo. Era un viernes de noviembre. Eran las 3 de la tarde y estaba en el recreo de la segunda jornada. El mundo mágico de mi niñez era mucho más lento, no corría prisa. A falta de información , teníamos la imaginación bastante más desarrollada. Sólo había un canal de televisión. El 4, de los evangelistas, el HCJB, (era , lo supe luego, la frecuencia correspondiente y no Hoy Cristo Jesus Bendice , en siglas) No habían noticieros. Villancicos y cánticos religiosos del Cowboy Jack, y otros métodos de difusión de estos gringos convencidos y convincentes que a través de una tecnología en blanco y negro, y poquísimos receptores en Quito, reclutaban creyentes para su evangelismo, sin irrespetar a otras creencias o modos de cristianismo, con una tenacidad convicta que luchaba con un catolicismo impregnado con miedo, con eternidades de una esperanza que parece haberse quedado en eso, y licor a una población devota en un trabajo de más de 400 años. Y ganaban adeptos. La música de " Pompas y circunstancias", que era el que conocíamos como el canto final, precedía al inicio de 20 minutos de dibujos animados, protagonizado por el Super Ratón, que no se interrumpían con propagandas, porque no habían propagandas. Mi hermano menor, de 4 años, más ingenuo aún que yo , se sentaba en la ventana mirando una luna que brillaba en un cielo diáfano a las seis y cuarenta de la tarde, tratando de sorprender a aquel poderoso y justiciero ratón, tratando de verlo volar a su casa , la luna, a dormir, cuando se acababan sus proezas.Ese viernes llovía a cántaros , por lo que jugábamos bolas, o perros y venados, corriendo por los para mi enormes corredores techados de la Escuela Espejo, hoy desocupada., cuando llegó el Armendariz de cuarto grado, y me dió de sopetón, la increíble y aterradora noticia.Me dijo: Va a haber la tercera guerra mundial. Le mataron a Kennedy. Yo quería ir a mi casa y protegerme con mi familia. La brusca e increíble noticia, era como descubrir de repente que Supermán, no sólo no volaba. sino que no existía.El tiempo quedó suspendido en otra dimensión.En fin. Creo que el único que pensaba que ese melenudo cobarde que había cedido ante los comunistas por no invadir Cuba, y había tenido miedo de aplastar el botón rojo, para acabar de una vez por todas con el peligro comunista, era mi abuelo Antonio, pero yo no lo supe hasta después, en vacaciones. Porque el vivía en Venezuela y yo en Quito. El mundo perfecto se desmoronó ante mis ojos. Al final. La vida sigue igual. Sólo que ya no es simple ni tranquilo. Ahora lo hubiéramos visto en directo por cable. Esa época ya pasó. Pero la hecho de menos.Vivíamos
en blanco y negro, pero el espacio para la imaginación era enorme y colorido.
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