Somalia:
Los somalíes de a pie huyen de la hambruna. Están cercados por un grupo armado hasta los dientes. ( Es buen negocio vender armas, para el que las vende) que los acorralan y asesinan en nombre de Alá. (En este caso ese Dios es circunstacial. Ya se han hecho genocidios en nombre de Cristo y de su Padre por la Santa Inquisición)
Muere un niño cada 6 minutos. Un padre enterró a su quinto hijo , por no tener dinero para su tratamiento. Costaba un dolar americano. Se necesitan 1400 millones de dólares para poder rescatar a esos seres humanos ( me pregunto cuanto gastaría la OTAN en la operación para derrocar a Ghadafi). La FIFA donó un millón de dólares. Se recaudaron en total 300 millones. Ni para la muela. La humanidad tiene comportamientos "muy edificantes". Santa es la guerra que nos espera. Masacres con cualquier Dios de nuestro lado.
sábado, 29 de octubre de 2011
EL ETNOGRAFO
Corto y contundente relato de JLB. O como diría Antonio Máchado: Romero, para ir a Roma
por todas partes se va,
Romero para ir a Roma,
lo que importa es caminar.
El etnógrafo: Jorge Luis Borges
El caso me lo refirieron en Texas, pero había acontenido en otro estado. Cuenta con un solo protagonista, salvo que en toda historia los protagonistas son miles, visibles e invisibles, vivos y muertos. Se llamaba, creo, Fred Murdock. Era alto a la manera americana, ni rubio ni moreno, de perfil de hacha, de muy pocas palabras. Nada singular había en él, ni siquiera esa fingida singularidad que es propia de los jóvenes. Naturalmente respetuoso, no descreía de los libros ni de quienes escriben los libros. Era suya esa edad en que el hombre no sabe aún quién es y está listo para entregarse a lo que le propone el azar: la mística del persa o el desconocido origen del húngaro, la aventuras de la guerra o del álgebra, el puritanismo o la orgía. En la universidad le aconsejaron el estudio de las lenguas indígenas. Hay ritos esotéricos que perduran en ciertas tribus del oeste; su profesor, un hombre entrado en años, le propuso que hiciera su habitación en una toldería, que observara los ritos y que descubriera el secreto que los brujos revelan al iniciado. A su vuelta, redactaría una tesis que las autoridades del instituto darían a la imprenta. Murdock aceptó con alacridad. Uno de sus mayores había muerto en las guerras de la frontera; esa antigua discordia de sus estirpes era un vínculo ahora. Previó, sin duda, las dificultades que lo aguardaban; tenía que lograr que los hombres rojos lo aceptaran como a uno de los suyos. Emprendió la larga aventura. Más de dos años habitó en la pradera, bajo toldos de cuero o a la intemperie. Se levantaba antes del alba, se acostaba al anochecer, llegó a soñar en un idioma que no era el de sus padres. Acostumbró su paladar a sabores ásperos, se cubrió con ropas extrañas, olvidó los amigos y la ciudad, llegó a pensar de una manera que su lógica rechazaba. Durante los primeros meses de aprendizaje tomaba notas sigilosas, que rompería después, acaso para no despertar la suspicacia de los otros, acaso porque ya no las precisaba. Al término de un plazo prefijado por ciertos ejercicios, de índole moral y de índole física, el sacerdote le ordenó que fuera recordando sus sueños y que se los confiara al clarear el día. Comprobó que en las noches de luna llena soñaba con bisontes. Confió estos sueños repetidos a su maestro; éste acabó por revelarle su doctrina secreta. Una mañana, sin haberse despedido de nadie, Murdock se fue.
En la ciudad, sintió la nostalgia de aquellas tardes iniciales de la pradera en que había sentido, hace tiempo, la nostalgia de la ciudad. Se encaminó al despacho del profesor y le dijo que sabía el secreto y que había resuelto no publicarlo.
-- ¿Lo ata su juramento? -- preguntó el otro.
-- No es ésa mi razón -- dijo Murdock --. En esas lejanías aprendí algo que no puedo decir.
-- ¿Acaso el idioma inglés es insuficiente? -- observaría el otro.
-- Nada de eso, señor. Ahora que poseo el secreto, podría enunciarlo de cien modos distintos y aun contradictorios. No sé muy bien cómo decirle que el secreto es precioso y que ahora la ciencia, nuestra ciencia, me parece una mera frivolidad.
Agregó al cabo de una pausa:
-- El secreto, por lo demás, no vale lo que valen los caminos que me condujeron a él. Esos caminos hay que andarlos.
El profesor le dijo con frialdad:
-- Comunicaré su decisión al Consejo. ¿Usted piensa vivir entre los indios?
Murdock le contestó:
-- No. Tal vez no vuelva a la pradera. Lo que me enseñaron sus hombres vale para cualquier lugar y para cualquier circunstancia.
Tal fue, en esencia, el diálogo.
Fred se casó, se divorció y es ahora uno de los bibliotecarios de Yale.
por todas partes se va,
Romero para ir a Roma,
lo que importa es caminar.
El etnógrafo: Jorge Luis Borges
El caso me lo refirieron en Texas, pero había acontenido en otro estado. Cuenta con un solo protagonista, salvo que en toda historia los protagonistas son miles, visibles e invisibles, vivos y muertos. Se llamaba, creo, Fred Murdock. Era alto a la manera americana, ni rubio ni moreno, de perfil de hacha, de muy pocas palabras. Nada singular había en él, ni siquiera esa fingida singularidad que es propia de los jóvenes. Naturalmente respetuoso, no descreía de los libros ni de quienes escriben los libros. Era suya esa edad en que el hombre no sabe aún quién es y está listo para entregarse a lo que le propone el azar: la mística del persa o el desconocido origen del húngaro, la aventuras de la guerra o del álgebra, el puritanismo o la orgía. En la universidad le aconsejaron el estudio de las lenguas indígenas. Hay ritos esotéricos que perduran en ciertas tribus del oeste; su profesor, un hombre entrado en años, le propuso que hiciera su habitación en una toldería, que observara los ritos y que descubriera el secreto que los brujos revelan al iniciado. A su vuelta, redactaría una tesis que las autoridades del instituto darían a la imprenta. Murdock aceptó con alacridad. Uno de sus mayores había muerto en las guerras de la frontera; esa antigua discordia de sus estirpes era un vínculo ahora. Previó, sin duda, las dificultades que lo aguardaban; tenía que lograr que los hombres rojos lo aceptaran como a uno de los suyos. Emprendió la larga aventura. Más de dos años habitó en la pradera, bajo toldos de cuero o a la intemperie. Se levantaba antes del alba, se acostaba al anochecer, llegó a soñar en un idioma que no era el de sus padres. Acostumbró su paladar a sabores ásperos, se cubrió con ropas extrañas, olvidó los amigos y la ciudad, llegó a pensar de una manera que su lógica rechazaba. Durante los primeros meses de aprendizaje tomaba notas sigilosas, que rompería después, acaso para no despertar la suspicacia de los otros, acaso porque ya no las precisaba. Al término de un plazo prefijado por ciertos ejercicios, de índole moral y de índole física, el sacerdote le ordenó que fuera recordando sus sueños y que se los confiara al clarear el día. Comprobó que en las noches de luna llena soñaba con bisontes. Confió estos sueños repetidos a su maestro; éste acabó por revelarle su doctrina secreta. Una mañana, sin haberse despedido de nadie, Murdock se fue.
En la ciudad, sintió la nostalgia de aquellas tardes iniciales de la pradera en que había sentido, hace tiempo, la nostalgia de la ciudad. Se encaminó al despacho del profesor y le dijo que sabía el secreto y que había resuelto no publicarlo.
-- ¿Lo ata su juramento? -- preguntó el otro.
-- No es ésa mi razón -- dijo Murdock --. En esas lejanías aprendí algo que no puedo decir.
-- ¿Acaso el idioma inglés es insuficiente? -- observaría el otro.
-- Nada de eso, señor. Ahora que poseo el secreto, podría enunciarlo de cien modos distintos y aun contradictorios. No sé muy bien cómo decirle que el secreto es precioso y que ahora la ciencia, nuestra ciencia, me parece una mera frivolidad.
Agregó al cabo de una pausa:
-- El secreto, por lo demás, no vale lo que valen los caminos que me condujeron a él. Esos caminos hay que andarlos.
El profesor le dijo con frialdad:
-- Comunicaré su decisión al Consejo. ¿Usted piensa vivir entre los indios?
Murdock le contestó:
-- No. Tal vez no vuelva a la pradera. Lo que me enseñaron sus hombres vale para cualquier lugar y para cualquier circunstancia.
Tal fue, en esencia, el diálogo.
Fred se casó, se divorció y es ahora uno de los bibliotecarios de Yale.
domingo, 23 de octubre de 2011
1964
MARIPOSA PLATEADA
Argenta alada:
Lea usted estos dos sonetos de Jorge Luis Borges. Se llaman "1.964"
I
Ya no es mágico el mundo.Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
Luna que no sea espejo del pasado,
Cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las manos mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor.Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde ( repites vanamente )
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca; pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa , te desgarra
y te puede matar una guitarra.
II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa,
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
Y continuo preguntándome, por que a tan pocas personas les gusta leer poesía.
Argenta alada:
Lea usted estos dos sonetos de Jorge Luis Borges. Se llaman "1.964"
I
Ya no es mágico el mundo.Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
Luna que no sea espejo del pasado,
Cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las manos mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor.Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde ( repites vanamente )
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca; pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa , te desgarra
y te puede matar una guitarra.
II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa,
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
Y continuo preguntándome, por que a tan pocas personas les gusta leer poesía.
viernes, 21 de octubre de 2011
EN EL PAISITO
En la República Oriental del Uruguay, país que hoy goza de de una situación política y social, seria y con una casi extraplanetaria reducción de la corrupción y una intensa manifestación de tolerancia, han destacado poetas, cantores y pensadores.
Quiero rescatar algo, que si no me equivoco fue escrito por Mario Benedetti y musicalizado en "Llamarada" por Daniel Viglietti:
"Hay que ahorrar pa' no ser pobre
un peón viejo me decía,
y a el nunca le sobró un cobre,
pa' comprarse una alcancía
Los peones , dijo un doctor,
no son hombres delicaos,
a ello' no le hace el dolor,
porque están acostumbraos.
El sueldo de un peón carrero,
nunca se debe aumentar,
pa' que valore el dinero,
y no aprenda a malgastar."
Espero que les haya gustado,
Quiero rescatar algo, que si no me equivoco fue escrito por Mario Benedetti y musicalizado en "Llamarada" por Daniel Viglietti:
"Hay que ahorrar pa' no ser pobre
un peón viejo me decía,
y a el nunca le sobró un cobre,
pa' comprarse una alcancía
Los peones , dijo un doctor,
no son hombres delicaos,
a ello' no le hace el dolor,
porque están acostumbraos.
El sueldo de un peón carrero,
nunca se debe aumentar,
pa' que valore el dinero,
y no aprenda a malgastar."
Espero que les haya gustado,
miércoles, 19 de octubre de 2011
ESE RUGIDO NEGRO
El mar se torna
Una obscura multitud
que nos atrae con
sus susurros en la noche
enmarcada
por la bóveda lúgubre
cruzada por los vientos.
Y los llamados que nos llegan
se vienen y se van discretos,
y con cadencia nos invitan
y con paciencia insisten
y con tenacidad nos esperan.
Sentados en la arena,
oímos esa letanía reiterada
y miramos el encaje de las olas
repetirse
Eduardo Larrea 1/08/2004
CURAR LA PSIQUIATRÏA
Quiero compartir con ustedes un muy interesante artículo, con el cual concuerdo personalmente:
http://www.eluniverso.com/2011/10/18/1/1363/curar-psiquiatria.html
Ivan Sandoval Carrión
http://www.eluniverso.com/2011/10/18/1/1363/curar-psiquiatria.html
Ivan Sandoval Carrión
Wendy tiene 21 años de edad y vino a vivir sola en Quito para estudiar computación y recibir atención especializada, porque en La Concordia no hay psiquiatras. Desde hace dos años, sufre de episodios repentinos de temblor, sudoración, taquicardia, asfixia y angustia, que no aliviaron con atención médica general. En la capital, acude donde un especialista, quien diagnostica (en veinte minutos de entrevista) “trastorno de pánico” y le indica a Wendy que ella deberá tomar medicación durante toda la vida, “porque su problema se debe al déficit de un neurotransmisor químico en el cerebro, como ocurre con la diabetes donde falta insulina y por eso los diabéticos deben inyectársela por siempre”.
La joven toma la medicación por un par de meses “porque los doctores saben”, obteniendo alivio parcial, hasta que decide suspenderla y empieza a asistir a un grupo cristiano. Desde entonces no ha experimentado ningún acceso de pánico. Además inicia terapia con una psicóloga, quien se interesa por su historia y vida anterior (el psiquiatra nunca le preguntó por ello). Wendy es una chica inteligente y bonita, pero nunca tuvo enamorado porque le angustia la relación con los chicos. En su terapia se da cuenta de que los accesos empezaron desde que cuestionó su orientación sexual, a raíz de la amistad platónica con una vecina lesbiana. Actualmente mantiene su terapia, asiste al grupo cristiano, desaparecieron las crisis de angustia y no toma medicación. Todavía no tiene pareja. ¿Acaso la religión y/o la psicología consiguen algún alivio donde los psiquiatras actuales no convencen a sus pacientes con el “modelo de la diabetes”?
Fundada hace más de 200 años en el contexto de la Revolución Francesa, la psiquiatría todavía lucha por afirmarse como una especialidad tan médica, científica y respetable como las demás. En su afán por complacer y convencer a los médicos no psiquiatras (más que a sus pacientes), la psiquiatría ha olvidado los preceptos originales de sus fundadores, ha modificado su vocabulario y nosología, ha variado su discurso y sus métodos para adaptarlos a los de la medicina, ha buscado refugio y amparo exclusivo en las neurociencias, ha renunciado a la formación en psicoterapia, ha caído en los brazos de la industria farmacéutica, ha olvidado que era la única práctica médica que surgió como una clínica de la palabra, y ha perdido interés por aquella palabra de sus pacientes que no sea la que le permite hacer diagnósticos y prescribir tratamientos en veinte minutos.
Este giro de la psiquiatría actual incide sobre la formación de los jóvenes postgradistas de esa especialidad, quienes desde el comienzo de su curso escuchan a sus maestros decir que “la psiquiatría es la especialidad del futuro” y desestimar la “utilidad” del psicoanálisis, al que apenas le dedican un cursillo breve, y subestimar cualquier psicología que no sea la neuropsicología o la cognitiva. Igualmente aprenden a sobrevalorar las bondades de los psicofármacos por encima de sus reales e incuestionables beneficios, y a memorizar los “protocolos” para aplicarlos en serie a sus pacientes. En estas condiciones, es improbable que la psiquiatría actual, que se cree tan exitosa, se plantee una recuperación de su verdadera clínica: ¿una buena noticia para practicantes tan heterogéneos como sacerdotes, pastores, psicoterapeutas y psicoanalistas?
La joven toma la medicación por un par de meses “porque los doctores saben”, obteniendo alivio parcial, hasta que decide suspenderla y empieza a asistir a un grupo cristiano. Desde entonces no ha experimentado ningún acceso de pánico. Además inicia terapia con una psicóloga, quien se interesa por su historia y vida anterior (el psiquiatra nunca le preguntó por ello). Wendy es una chica inteligente y bonita, pero nunca tuvo enamorado porque le angustia la relación con los chicos. En su terapia se da cuenta de que los accesos empezaron desde que cuestionó su orientación sexual, a raíz de la amistad platónica con una vecina lesbiana. Actualmente mantiene su terapia, asiste al grupo cristiano, desaparecieron las crisis de angustia y no toma medicación. Todavía no tiene pareja. ¿Acaso la religión y/o la psicología consiguen algún alivio donde los psiquiatras actuales no convencen a sus pacientes con el “modelo de la diabetes”?
Fundada hace más de 200 años en el contexto de la Revolución Francesa, la psiquiatría todavía lucha por afirmarse como una especialidad tan médica, científica y respetable como las demás. En su afán por complacer y convencer a los médicos no psiquiatras (más que a sus pacientes), la psiquiatría ha olvidado los preceptos originales de sus fundadores, ha modificado su vocabulario y nosología, ha variado su discurso y sus métodos para adaptarlos a los de la medicina, ha buscado refugio y amparo exclusivo en las neurociencias, ha renunciado a la formación en psicoterapia, ha caído en los brazos de la industria farmacéutica, ha olvidado que era la única práctica médica que surgió como una clínica de la palabra, y ha perdido interés por aquella palabra de sus pacientes que no sea la que le permite hacer diagnósticos y prescribir tratamientos en veinte minutos.
Este giro de la psiquiatría actual incide sobre la formación de los jóvenes postgradistas de esa especialidad, quienes desde el comienzo de su curso escuchan a sus maestros decir que “la psiquiatría es la especialidad del futuro” y desestimar la “utilidad” del psicoanálisis, al que apenas le dedican un cursillo breve, y subestimar cualquier psicología que no sea la neuropsicología o la cognitiva. Igualmente aprenden a sobrevalorar las bondades de los psicofármacos por encima de sus reales e incuestionables beneficios, y a memorizar los “protocolos” para aplicarlos en serie a sus pacientes. En estas condiciones, es improbable que la psiquiatría actual, que se cree tan exitosa, se plantee una recuperación de su verdadera clínica: ¿una buena noticia para practicantes tan heterogéneos como sacerdotes, pastores, psicoterapeutas y psicoanalistas?
lunes, 3 de octubre de 2011
TRISTEZAS
Las películas tristes: Bakbroke Mountain, Midnight cowboy, David Copperfield, .El luchador.
Telenovela triste: Caballo Viejo , colombiana con Carlos Muñoz y el debut de Silvia de Dios
Escritos tristes: Mi planta de naranja lima. .
Cuan verde era mi valle. La ciudadela: El prícipe feliz:
Canciones tristes : Gente Humilde. El violín de Becho
Gobiernos tristes: Sin cuenta
Telenovela triste: Caballo Viejo , colombiana con Carlos Muñoz y el debut de Silvia de Dios
Escritos tristes: Mi planta de naranja lima. .
Cuan verde era mi valle. La ciudadela: El prícipe feliz:
Canciones tristes : Gente Humilde. El violín de Becho
Gobiernos tristes: Sin cuenta
CICLOS
POR UN PUÑADO DE DOLARES
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