sábado, 28 de diciembre de 2024
lunes, 16 de diciembre de 2024
MIEDO
El mar bramando en la noche más obscura
Ruptura de la barra de la dirección en automóvil en
movimiento
El melanoma diseminado
La mordedura de una Cascabel (Crotalus terríficus)
Un escorpión dentro de una bota
Un tiburón guindado
Perder el trabajo a los 50 años.
Un naufragio en el mar Ártico
La embestida de un Victorino con sentido
Ser un perseguido político
El vino de un exilado
El domingo del jubilado
Una Viuda Negra escondida en una toalla
Atropellar un niño pequeño envuelto en un periódico
domingo, 24 de noviembre de 2024
MAESTROS
22 de noviembre de 2024
Me he acordado de Manuel Larenas.
Médico y doctor.
Un hombre hecho de ternura y tiempo.
Me enseñó el milagroso secreto de la humildad digna, del
respeto por el otro.
De tratar delicadamente a los enfermos, a los estudiantes,
al prójimo.
Bondad monumental y tímida, que entra y sale de las vidas
sin hacer ruido.
Borges no se equivocó al decir que la derrota tiene una
dignidad que la victoria , por lo general, no ostenta.
Esa misma profundidad humana , que encontré en Arsenio De la
Torre, y Mario Chancay.
Por ese siento que puedo vivir dignamente, y tratar de ser
mejor.
domingo, 10 de noviembre de 2024
MILENIO
En el dos mil uno empezamos,
con Torres caídas sin paz.
Irak y Afganistán además,
dos guerras que nunca acabamos.
En Crimea los conflictos hallamos,
y en Gaza el fuego no cede,
la codicia avanza y precede,
tierras santas en rojo arden.
Un mundo donde el odio es baluarte,
y el miedo al final nos sucede.
El Capitolio, Trump asalta,
el populismo avanza sin fin,
y Ucrania en la guerra sin fin,
del ruso que toma y resalta.
Con jinetes la escena se exalta:
Bolsonaro, Milei y demás,
con presagios de muerte quizás,
del apocalipsis soñando.
Irán y sus leyes negando,
la voz femenina detrás.
mientras la tierra sufre y arde.
Inundación o sequía que invade,
y al planeta en silencio enreda.
Ya es tiempo de una última rueda,
en esta era que al fin nos deja.
El mundo en su paso se aleja,
y en su marcha final lo sentimos,
mientras solos en medio nos vimos,
al borde de una sombra tan vieja.
domingo, 27 de octubre de 2024
ME PIACE
la acetona, el perfume de la esencia,
sumergirme en la paz de la presencia
del agua en mil abrazos de piscina.
Curar pacientes, hacer la rutina
de un diálogo que flota en transparencia,
la consulta sin tiempo ni cadencia,
la palabra en su calma repentina.
El cielo azul de Quito, azul sereno,
la lluvia que me empapa y no me importa,
el viento de un verano casi ajeno.
La paz de estar conmigo, aunque me exhorte
mi juventud en un susurro ameno:
soledad, libertad, y vida corta.
sábado, 24 de agosto de 2024
EMPATIA
Hace dos años, el médico de urgencias Julio Armas, que ejerce en Elche (Alicante) y acumula una legión de seguidores en X, colgó en esta red social la foto de un cartel con el siguiente mensaje: “Cuando veas un paciente, acuérdate [de] que la enfermedad ya lo está tratando demasiado mal como para que tú lo hagas también”. La imagen cosechó más de 70.000 likes y un torrente de comentarios en torno a la empatía (o su ausencia) en la atención sanitaria. Poco después, Armas añadió un breve texto como anverso a su consejo inicial. Iba en este caso dirigido hacia el paciente, al que instaba a recordar que el doctor “está cansado de un sistema que no le cuida, de horas interminables” y, en definitiva, de ser el “muro de contención de una gestión nefasta”.
La repercusión de los tuits de Armas puso de manifiesto un viejo resquemor en la relación médico-paciente. En él subyace la desconfianza. Y aflora en acusaciones estereotípicas, en quejas recíprocas centradas en la falta de tacto o las exigencias desmedidas. Hay pacientes que lamentan ser despachados con gelidez burocrática. Y médicos que se preguntan cómo demonios ser cercanos cuando cada día se asoman a salas de espera en plena ebullición.
La faciliten o no los sistemas de salud, lo cierto es que la empatía en medicina importa. No hablamos solo de mera humanidad, de recurrir —por lógica moral— a la escucha atenta y considerada al relacionarnos con quien padece una dolencia. Es también cuestión de eficacia. Varias investigaciones han demostrado que los médicos que más se ponen en el lugar de sus pacientes obtienen mejores resultados clínicos. Ocurre con la diabetes, el cáncer o la hipertensión. También en la percepción del dolor, que se atenúa cuando median palabras amables. O al reducir (hasta en un 40%) los reingresos de personas aquejadas por un fallo cardiaco. Ya en 2001, una revisión de estudios publicada en The Lancet concluyó que los facultativos “cálidos y amistosos” tienen un “importante efecto terapeútico sobre sus pacientes”.
“Si fuera un medicamento, sería un super ventas; los médicos la prescribirían mucho y los pacientes la pedirían constantemente”, resume Jeremy Howick, quien dirige un centro para promover esta cualidad en el ámbito sanitario auspiciado por la Universidad de Leicester (Reino Unido). “No es un adorno, forma parte del núcleo duro de la curación”, abunda Montserrat Esquerda, directora del Instituto Borja de Bioética (IBB) de la Universidad Ramon Llull, con sede en Barcelona. Ambos expertos subrayan que la mayor adherencia al tratamiento y la reducción de los “elementos estresores”, en palabras de Esquerda, son razones de peso que explican por qué la empatía provoca un impacto positivo en la salud del paciente.
Esquerda la define como un “conglomerado de actitudes o habilidades” muy similar al espíritu compasivo. Y considera un tremendo error —incluso desde una óptica economicista— caer en la tentación de acortar las consultas para optimizar recursos. “Como se vio en [la obra de Stephen Trzeciak y Anthony Mazzarelli] Compassionomics [término que funde, en inglés, compasión y economía], la medicina con tiempo es rentable. Si tienes una relación corta con tu paciente, resulta probable que le pidas pruebas innecesarias y costosas”, afirma. Esquerda sabe que su discurso tiene algo de “contracultural” en una época tendente al “deslumbramiento tecnológico”. “Parece más fácil incorporar aparatos de última generación que dar algo más de tiempo a los profesionales”, sostiene. Howick reconoce que “ser doctor no es lo que era”, que ahora hay más prisa y peores condiciones. Pero añade que, incluso en un contexto desfavorable, pequeños gestos pueden marcar la diferencia: “Decirle tu nombre al paciente, sentarte cerca de él, no interrumpirle”.
La empatía conlleva además un posible beneficio para el propio médico: disminuye (o al menos neutraliza) su sensación de burnout, de estar quemado por las vicisitudes de su trabajo. Una revisión de estudios internacional aparecida en 2017 apuntaba en esta dirección, aunque sus autores matizaron que la causalidad plantea interrogantes: ¿Se queman menos los médicos empáticos o los médicos menos quemados son más empáticos? No se antoja, al parecer, sencillo saber si el huevo precede a la gallina. O cuándo un círculo virtuoso torna en vicioso. Howick opina recurriendo a una famosa cita de Nietzsche, que enmarca en la esencia del juramento hipocrático como voluntad de aliviar el sufrimiento: “Cuando tienes un porqué para vivir, puedes soportar casi cualquier cómo”.
En España, Oriol Yuguero, director de urgencias en el Hospital Universitario Arnau de Vilanova (Lleida), ha diseccionado a fondo la dinámica entre estas dos variables. Hace años creó una página en internet específica sobre el tema, y no alberga dudas de que la empatía ayuda a sobrellevar la dureza de la profesión. Con una salvedad: el período álgido del covid, cuando sentir el drama ajeno en las propias carnes jugó en contra del bienestar de los facultativos. Muchos se tiraron a una piscina de inmenso dolor sin saber nadar, y acabaron sucumbiendo a lo que se conoce como fatiga compasiva. Aun así, Yuguero no aboga —ni en épocas de tragedia sanitaria— por replegarse en la frialdad analítica. Mucho menos por abrazar un cinismo esnob al estilo del doctor House. Su apuesta pasa por “dotar a los profesionales de herramientas que les permitan gestionar” una relación próxima con el paciente sin comprometer su equilibrio emocional.
Organismos como el IBB o el Centro de Investigación Biomédica de La Rioja están diseñando en nuestro país programas formativos para enseñar a los doctores (presentes y futuros) cómo ser más empáticos. Las facultades de medicina se han convertido en objetivo prioritario, sobre todo ahora que sabemos que los estudiantes van perdiendo la capacidad de ponerse en la piel del otro a medida que avanzan en sus estudios. Pioneros en la observación pormenorizada de la empatía médica como Mohammadreza Hojat —quien creó la escala para medirla más utilizada en el mundo— descubrieron hace tiempo un fenómeno multicasual. Howick y otros autores publicaron en 2017 un repaso a la literatura sobre este asunto. Concluyeron que el principal factor de esta caída en actitudes empáticas se resume en un “currículum oculto” con rasgos comunes en distintos países: sobrecargado y exageradamente complejo. La consecuencia son médicos novatos que, con frecuencia, ya han integrado un trato impersonal con el paciente. Entre montañas de conocimiento teórico, bajo presión asfixiante, se fue erosionando su vocación de partida, la de curar personas.
Howick promueve un nuevo paradigma en la educación médica. Su propuesta busca pasar del “modelo biomédico —que ve al cuerpo como una máquina— hacia otro biopsicosocial” en el que los alumnos nunca olvidan “la conexión entre los hechos que aprenden y el ser humano”. El objetivo es que vaya arraigando un vínculo médico-paciente que no pierda de vista la mirada del otro. Esquerda habla de diálogo, de información compartida, de una conversación a dos en busca de las mejores decisiones, sobre todo al plantear “alternativas terapeúticas”. Para ella, la empatía hace camino: “La concibo como una carretera que se va creando y hace más fácil transitar la enfermedad”.
miércoles, 21 de agosto de 2024
SONETO XI : Garcilaso de la Vega
Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradasde relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;
agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:
dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,
que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.
domingo, 11 de agosto de 2024
NOSTALGIA
6 de agosto del 2024
El pasado es tan dulce como el olor a gasolina
O la fragancia del aerosol usado en el 707
Como el sol luminoso en el intenso azul de un cielo
Sin nubes, y cruzado por los vientos libertarios,
Que marcaron nuestras vacaciones.
Cuando Quito tenía 200000 almas,
Y la Eloy Alfaro se llamó, “Las palmas”.
DENOMINACIONES
DENOMINACIONES
García
Márquez escribió el cincuenticinco
Que la
cortina de hierro, el telón de acero
De Winston
Churchill,
Era un palo
pintado en rojo y blanco entre
Dos garitas.
La caja
negra es anaranjada.
El teléfono
rojo entre Washington y Moscú,
Era una
máquina de Telex negra.
Las bombas
atómicas no se activan con un botón rojo,
A
disposición de un dedo imprudente.
Los toros
acuden a la muleta por su movimiento,
No por el
rojo. No distinguen los colores.
La izquierda
y la derecha,
Rojos y
azules,
Jacobinos y
giraldinos,
Se juntan
fanáticamente,
En un
violeta Vinotinto.
Älgido es
gélido. Y el punto doloroso es álgico.
Si nos
golpean quedamos doloridos,
No
adoloridos.
fría se
calentó.
Los pellejos
periungueales se llaman
Padrastros,
no padastros.
La sauna
tiene un artículo femenino.
No es el
sauna.
La capital
del estado de Washington es Olympia, no Seattle.
lunes, 6 de mayo de 2024
VIDA; PASION Y MUERTE DE CESAR LUIS MENOTTI
Ayer, cinco de mayo del 2024, falleció a los 85 años , César Luis Menotti.
Se murió nomás a los 85 años , en Argentina, "el flaco" Menotti.
Fue el entrenador que llevó por primera vez a obtener una copa del mundo,
a su país , en el peor momento de la historia. La dictadura genocida de Videla,
y compañía. 1978. Cuando los gritos de la muchedumbre en el Monumental
de River, cubrían los gritos desgarradores de los torturados de la ESMA.
Nació en Noviembre del treinta y ocho en Rosario.
Su padre ,fumador empedernido al igual que su hijo, falleció en 1955 con cáncer
de pulmón, y el comenzó a jugar al fútbol.
Se hizo profesional a los 22 años en Rosario Central., pasando a jugar en Boca,
Racing y Santos de Brasil.
Entre el 73 y 74 dirigió y sacó campeón nacional a Huracán, el globito de Parque
Patricios, convirtiendo esa constelación en un elegante reloj de fútbol.
Arquero era el "Chocolate" Baley, un morocho, y teniendo al "Inglés" Carlos Babington,
a Brindisi, a Orlando René Houseman en la delantera, entre otros, brillaron. Eso llevó
a Menotti a ser llamado a dirigir a la Sección Nacional.
Alto,melenudo, elegantemente desgarbado, fumador de entre 40 y 60 cigarrillos al día,
parecía una versión beat de Daniel Viglietti.
Hombre de luces y sombres ( Qué ser humano, no lo es? ).
Afiliado al PC fue flexible con la dictadura, para que no se estropearan las reacciones
comerciales con la URSS, al mismo tiempo manifestaba y demandaba que se aclare
el destino de los desaparecidos.
Un romántico del fútbol de buen toque y ofensivo ,tenía el extraño hábito de la ausencia
de la sonrisa, no se diga de la risa.
Lacoste, uno de los genocidas, era admirador del "Beto" Alonso. Y presionó para convocarlo,
lo que determinó la desafectación de Diego Maradona. Error.
Se desquitaría el año siguiente con el mundial juvenil de Japón donde Maradona brilló y
Díaz goleó. Acierto.
En fin, una flebitis ,se sumó a su anemia y pudo liberarse de la etapa senil, digno, rodeado
de los suyos.
Bien por él. Mal por mi. Porque siento que entonces yo tenía 40 años menos, y gozaba
con El Gráfico, y con el fútbol. Como diría Dávila Andrade ,tenía entonces un
bellisímo mal, del que poco me queda.
El tiempo y la vida me han dado otro portazo en la cara,
Asi nomás es, nos toca tener paciencia y barajar de nuevo.
lunes, 22 de abril de 2024
DAÑO CEREBRAL
Daño Cerebral
Después de cincuenta años de publicar el emblemático álbum " The Dark Side of the Moon", de la banda Pink Floyd, se realizó un concurso mundial para presentar un ánime, que representara esta nostálgica alegoría que representa , la dolorosa emergencia de la esquizofrenia de Syd Barret, líder de la banda en la segunda mitad de los sesentas, siendo este el resultado.
sábado, 20 de abril de 2024
MUERTE ES VIDA VIVIDA, VIDA ES MUERTE QUE VIENE
Roque Alberto Guillermo Espinosa Chávez.
Una unción extrema estremeció la vida.
Vida que fue un quehacer infatigable.
Un juego al todo o nada.
Corrió de Oeste a Este en un mágico tren transiberiano,
Una pasión en El Andaluz hurgando en los polvorientos
Documentos de las Cortes de Cartagena de Indias,
Secundado por la sombra de Mejía Lequerica,
Una noche de bohemia, confesiones, absoluciones,
Comulgando en un desayuno del mercado de San Roque,
Aventuras convencidas de trabajo en las alturas de Zumbahua,
Conversando con fantasmas del avión de Area ,en Chucchilán,
Jugando nuestra propia Copa Mundial de Fútbol en 1974,
En la cancha iluminada y alucinada de Tumbaco.
Tu vivir entre estudios y conversaciones con rabietas
encabritadas
Y una lealtad inquebrantable , confirmada para con tus
amigos,
De humor finísimo, al fin bautizaste a la muerte un viernes
de Abril.
Eres y serás una figura transparente para todos.
domingo, 24 de marzo de 2024
domingo, 3 de marzo de 2024
EMMA ZUNZ: JORGE LUIS BORGES
Emma Zunz
[Cuento - Texto completo.]
Jorge Luis Borges
El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de
tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una carta, fechada
en el Brasil, por la que supo que su padre había muerto. La engañaron, a
primera vista, el sello y el sobre; luego, la inquietó la letra desconocida.
Nueve diez líneas borroneadas querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor
Maier había ingerido por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el
tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión de su padre
firmaba la noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande, que no podía saber que
se dirigía a la hija del muerto.
Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en el
vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de frío, de
temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto continuo comprendió que
esa voluntad era inútil porque la muerte de su padre era lo único que había
sucedido en el mundo, y seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue
a su cuarto. Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya
conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya
era la que sería.
En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día del
suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos días felices fue Emanuel Zunz.
Recordó veraneos en una chacra, cerca de Gualeguay, recordó (trató de recordar)
a su madre, recordó la casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos
losanges de una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los
anónimos con el suelto sobre “el desfalco del cajero”, recordó (pero eso jamás
lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado que el ladrón era
Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora
uno de los dueños. Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había
revelado, ni siquiera a su mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuía la profana
incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculo entre ella y el
ausente. Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma Zunz derivaba de ese hecho
ínfimo un sentimiento de poder.
No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el rectángulo
de la ventana, ya estaba perfecto su plan. Procuró que ese día, que le pareció
interminable, fuera como los otros. Había en la fábrica rumores de huelga; Emma
se declaró, como siempre, contra toda violencia. A las seis, concluido el
trabajo, fue con Elsa a un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se
inscribieron; tuvo que repetir y deletrear su nombre y su apellido, tuvo que
festejar las bromas vulgares que comentan la revisación. Con Elsa y con la
menor de las Kronfuss discutió a qué cinematógrafo irían el domingo a la tarde.
Luego, se habló de novios y nadie esperó que Emma hablara. En abril cumpliría
diecinueve años, pero los hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico…
De vuelta, preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, se
acostó y se obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes quince,
la víspera.
El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la inquietud,
y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no tenía que tramar y
que imaginar; dentro de algunas horas alcanzaría la simplicidad de los hechos.
Leyó en La Prensa que el Nordstjärnan, de Malmö, zarparía esa noche
del dique 3; llamó por teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar,
sin que lo supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el
escritorio, al oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a una
delatora. Ningún otro hecho memorable ocurrió esa mañana. Emma trabajó hasta
las doce y fijó con Elsa y con Perla Kronfuss los pormenores del paseo del
domingo. Se acostó después de almorzar y recapituló, cerrados los ojos, el plan
que había tramado. Pensó que la etapa final sería menos horrible que la primera
y que le depararía, sin duda, el sabor de la victoria y de la justicia. De
pronto, alarmada, se levantó y corrió al cajón de la cómoda. Lo abrió; debajo
del retrato de Milton Sills, donde la había dejado la antenoche, estaba la
carta de Fain. Nadie podía haberla visto; la empezó a leer y la rompió.
Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y
quizá improcedente. Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un atributo
que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez. ¿Cómo hacer verosímil
una acción en la que casi no creyó quien la ejecutaba, cómo recuperar ese breve
caos que hoy la memoria de Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por
Almagro, en la calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en
el infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por luces y
desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es conjeturar que al
principio erró, inadvertida, por la indiferente recova… Entró en dos o tres
bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fin con hombres del
Nordstjärnan. De uno, muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó
por otro, quizá más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no
fuera mitigada. El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguán
y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo (en el que había una
vidriera con losanges idénticos a los de la casa en Lanús) y después a un
pasillo y después a una puerta que se cerró. Los hechos graves están fuera del
tiempo, ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del
porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman.
¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de
sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz una sola vez en el muerto que
motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó una vez y que en ese momento
peligró su desesperado propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le
había hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó
con débil asombro y se refugió, en seguida, en el vértigo. El hombre, sueco o
finlandés, no hablaba español; fue una herramienta para Emma como esta lo fue
para él, pero ella sirvió para el goce y él para la justicia.
Cuando se quedó sola, Emma no abrió en seguida los ojos. En la mesa de
luz estaba el dinero que había dejado el hombre: Emma se incorporó y lo rompió
como antes había roto la carta. Romper dinero es una impiedad, como tirar el
pan; Emma se arrepintió, apenas lo hizo. Un acto de soberbia y en aquel día… El
temor se perdió en la tristeza de su cuerpo, en el asco. El asco y la tristeza
la encadenaban, pero Emma lentamente se levantó y procedió a vestirse. En el
cuarto no quedaban colores vivos; el último crepúsculo se agravaba. Emma pudo
salir sin que lo advirtieran; en la esquina subió a un Lacroze, que iba al
oeste. Eligió, conforme a su plan, el asiento más delantero, para que no le
vieran la cara. Quizá le confortó verificar, en el insípido trajín de las calles,
que lo acaecido no había contaminado las cosas. Viajó por barrios decrecientes
y opacos, viéndolos y olvidándolos en el acto, y se apeó en una de las
bocacalles de Warnes. Paradójicamente su fatiga venía a ser una fuerza, pues la
obligaba a concentrarse en los pormenores de la aventura y le ocultaba el fondo
y el fin.
Aarón Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus pocos
íntimos, un avaro. Vivía en los altos de la fábrica, solo. Establecido en el
desmantelado arrabal, temía a los ladrones; en el patio de la fábrica había un
gran perro y en el cajón de su escritorio, nadie lo ignoraba, un revólver.
Había llorado con decoro, el año anterior, la inesperada muerte de su mujer
-¡una Gauss, que le trajo una buena dote!-, pero el dinero era su verdadera
pasión. Con íntimo bochorno se sabía menos apto para ganarlo que para
conservarlo. Era muy religioso; creía tener con el Señor un pacto secreto, que
lo eximía de obrar bien, a trueque de oraciones y devociones. Calvo,
corpulento, enlutado, de quevedos ahumados y barba rubia, esperaba de pie,
junto a la ventana, el informe confidencial de la obrera Zunz.
La vio empujar la verja (que él había entornado a propósito) y cruzar el
patio sombrío. La vio hacer un pequeño rodeo cuando el perro atado ladró. Los
labios de Emma se atareaban como los de quien reza en voz baja; cansados,
repetían la sentencia que el señor Loewenthal oiría antes de morir.
Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la
madrugada anterior, ella se había soñado muchas veces, dirigiendo el firme
revólver, forzando al miserable a confesar la miserable culpa y exponiendo la
intrépida estratagema que permitiría a la Justicia de Dios triunfar de la
justicia humana. (No por temor, sino por ser un instrumento de la Justicia,
ella no quería ser castigada.) Luego, un solo balazo en mitad del pecho
rubricaría la suerte de Loewenthal. Pero las cosas no ocurrieron así.
Ante Aarón Loewenthal, más que la urgencia de vengar a su padre, Emma
sintió la de castigar el ultraje padecido por ello. No podía no matarlo,
después de esa minuciosa deshonra. Tampoco tenía tiempo que perder en
teatralerías. Sentada, tímida, pidió excusas a Loewenthal, invocó (a fuer de
delatora) las obligaciones de la lealtad, pronunció algunos nombres, dio a
entender otros y se cortó como si la venciera el temor. Logró que Loewenthal
saliera a buscar una copa de agua. Cuando este, incrédulo de tales aspavientos,
pero indulgente, volvió del comedor, Emma ya había sacado del cajón el pesado
revólver. Apretó el gatillo dos veces. El considerable cuerpo se desplomó como
si los estampidos y el humo lo hubieran roto, el vaso de agua se rompió, la
cara la miró con asombro y cólera, la boca de la cara la injurió en español y
en ídisch. Las malas palabras no cejaban; Emma tuvo que hacer fuego otra vez.
En el patio, el perro encadenado rompió a ladrar, y una efusión de brusca
sangre manó de los labios obscenos y manchó la barba y la ropa. Emma inició la
acusación que había preparado (“He vengado a mi padre y no me podrán
castigar…”), pero no la acabó, porque el señor Loewenthal ya había muerto. No
supo nunca si alcanzó a comprender.
Los ladridos tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar.
Desordenó el diván, desabrochó el saco del cadáver, le quitó los quevedos
salpicados y los dejó sobre el fichero. Luego tomó el teléfono y repitió lo que
tantas veces repetiría, con esas y con otras palabras: Ha ocurrido una cosa que
es increíble… El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga…
Abusó de mí, lo maté…
La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque
sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el
pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido;
solo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.
FIN
BUGANVILLA
UN GALLO
EL ORO DE LOS TIGRES
Lo perdido
¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo
y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,
según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera.
miércoles, 21 de febrero de 2024
ESTA BIEN, MA..SOLO ESTOY SANGRANDO
Está Bien, Ma (Sólo Estoy Sangrando)
( por poesías como esta, Bob Dylan recibió un Nobel)
La oscuridad del mediodía
oscurece hasta la cuchara de plata,
la cuchilla hecha a mano y el balón
del niño.
Eclipsa tanto el sol como la luna,
para entender que sabes demasiado
pronto.
No tiene sentido intentarlo.
Amenazas intencionadas, ellas
engañan con desprecio.
Las observaciones suicidas se
desgarran.
Desde la boquilla de oro del
estúpido, el cuerno hueco
toca palabras gastadas. Pruebas que
advierten que
él no está ocupado naciendo, está
ocupado muriéndose.
Las páginas de la tentación vuelan
por la puerta.
Tú sigues, te encuentras a ti mismo
en la guerra.
Observas cascadas de rugido
piadoso,
sientes que te quejas pero a
diferencia de antes
descubres que solo serías una
persona más llorando.
Así que no temas si escuchas
un sonido extraño en tu oído.
Está bien, ma. Solo estoy
suspirando.
Mientras unos anuncian la victoria,
otros la derrota.
Razones privadas grandes o pequeñas
pueden ser vistas en los ojos de
aquellos que llaman
para hacer todo lo que debería ser
asesinado para arrastrarse
mientras otros dicen que que no
odian nada en absoluto
excepto el odio.
Palabras desilusionadas como balas
de corteza,
al mismo tiempo que los dioses
humanos apuntan a sus objetivos:
hacer de todo, desde pistolas de
juguete que chispean
hasta Cristos de color carne que
brillan en la oscuridad.
Es fácil de ver sin ir muy lejos
que
no mucho es verdaderamente sagrado.
Mientras los predicadores predican
sobre perversos destinos,
los profesores enseñan que el
conocimiento espera,
puede conducirte a placas de cien
cólares.
Dios se esconde detrás de sus
puertas,
pero incluso el presidente de los
Estados Unidos
a veces tiene que permanecer de pie
desnudo.
Y aunque las reglas del camino han
sido interpuestas,
son solamente juegos de la gente
que tienes que esquivar.
Y está bien, ma. Puedo hacerlo.
Carteles publicitario, ellos te
persuaden
para hacerte pensar que tu ere ese
que puede hacer lo que nunca se ha
hecho
que puede ganar lo que nunca se ha
ganado.
Mientras tanto la vida sigue ahí
fuera
alrededor de ti.
Te pierdes, vuelves a aparecer.
De repente descubres que no tienes
nada que temer.
Estás de pie sin nadie cerca,
cuando una voz temblorosa distante
y poco clara
activa tus dormidos oídos para que
escuches
que alguien cree que te ha
encontrado de verdad.
Una pregunta en tus nervios está
encendida,
Si embargo, ya sabes que no hay una
respuesta segura
para satisfacerte. Asegura que no
lo dejes,
que la mantengas en tu memoria y no
olvides
que no es él, o ella, o ellos, o
eso
a lo que perteneces.
Y aunque los maestros hacen las
normas
para los hombres sabios y para los
tontos...
No tengo nada, ma, con lo que vivir
conforme.
Para ellos que deben obedecer a la
autoridad
que ellos no respetan en ningún
grado,
quienes desprecian su trabajo, sus
destinos,
hablan celosamente de ellos, que
son libres,
cultivan sus flores para ser
nada más que algo en lo que
invertir.
Mientras algo en los principios
bautizados para
estrictas corbatas plataformeras de
fiesta.
Clubes sociales en el arrastre
disfrazan
errantes, ellos pueden criticar
libremente.
No dicen nada excepto a quién
idolatrar
y dicen que Dios los bendice.
Mientras uno que canta con su
lengua ardiendo
hace gárgaras en el ajetreo del
coro
Muy molesto y enfadado desde los
alicates de la sociedad,
al que no le importa venirse más
arriba
sino llevarte más abajo en el
agujero
en el que está.
Pero no quiero dañar o faltar
a cualquiera que viva en una
cripta,
pero está bien, ma, si no puedo
complacerle.
Juezas ancianas miran gente en
pareja,
escasas en sexo, ellas se atreven
a imponer falsa moral, insultan y
se quedan mirando
mientras que el dinero no habla,
jura.
Obscenidad, ¿a quién le importa
realmente?
Propaganda, todo es una farsa.
Mientras ellos que defienden lo que
no pueden ver
con el orgullo de un asesino. La
seguridad
arroja a las mentes más amargura
para ellos que piensan que la
honestidad de la muerte
no caerá sobre ellos de forma
natural.
La vida a veces tiene que hacerse
solitaria.
Mis ojos chocan frontalmente con
cementerios viscosos
Falsos dioses, yo raspo
en la mezquinidad que toca muy
áspero.
Ando al revés dentro de las
esposas,
golpeo mis piernas para partirlas,
digo "Vale, ya he tenido
suficiente, ¿qué más puedes enseñarme?"
Y si mis pensamientos más profundos
pudiesen ser vistos,
ellos probablemente pondrían mi
cabeza en una guillotina...
Pero está bien, ma. Es la vida y la
vida solamente.
lunes, 22 de enero de 2024
JORGE LUIS BORGES : MANUSCRITO ENCONTRADO EN UN LIBRO DE JOSEPH CONRAD
En las trémulas
tierras que exhalan el verano,
El día es invisible de puro blanco. El día
Es una estría cruel en la celosía,
Un fulgor en las costas y una fiebre en el llano.
Pero la antigua noche es honda
como un jarro
De agua cóncava. El agua se abre a infinitas huellas,
Y en ociosas canoas, de cara a las estrellas,
El hombre mide el vago tiempo con el cigarro.
El humo desdibuja gris las
constelaciones
Remotas. Lo inmediato pierde prehistoria y nombre.
El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones.
El río, el primer río. El hombre, el primer hombre.
SEMANA NEGRA LA TERCERA DE MAYO
Nos llevó en la adolescencia a ver a Aretha Franklin, cantando “ Respect”, en Caracas.
Nos respetaba el cabello largo, y entendía
esa etapa con gracia y cariño.
Fue la última de su leva.
Falleció a los 96 años. Obligados a cerrar
una etapa, a juro, y con un dolor infinito en el alma.
Ayer montando a su Rocinante, le falló la
máquina a ese caballero templario, como ya no hay, Gonzalo Gordillo. Muerte
súbita combatiendo los molinos de viento.
Don Quijote ha muerto y no hay quien le
suceda.
Me consuela que estará en la infinita arcadia
del no ser, donde no hay contrariedades, ni dolores y donde su equipo, el Aucas
es el campeón reinante, sempiternamente.
Me duele la orfandad de su familia y su
ausencia me trae un sinsentido a la cabeza.
Hoy operaron por tercera vez a mi amigo
Alvaro. Hasta aquí va bien. Pero que andanada de golpes.
La vida sigue, pero más vacía. Todavía hay
deberes.,