la acetona, el perfume de la esencia,
sumergirme en la paz de la presencia
del agua en mil abrazos de piscina.
Curar pacientes, hacer la rutina
de un diálogo que flota en transparencia,
la consulta sin tiempo ni cadencia,
la palabra en su calma repentina.
El cielo azul de Quito, azul sereno,
la lluvia que me empapa y no me importa,
el viento de un verano casi ajeno.
La paz de estar conmigo, aunque me exhorte
mi juventud en un susurro ameno:
soledad, libertad, y vida corta.