El cruel, frío , dictador japones/peruano , arrogante aplasta con su pie el torax inerte del
cadaver del comandantte del MRTA, que yace destrozado en la escalera de la Embajada de Japón en
Perú, tras la explosión de una bomba bajo el piso de la sala donde jugaba fútbol a las 3 p.m. de una
tarde gris , húmeda en Lima. Su rostro tiene un rictus de perversidad.
A pesar de la execrable violencia de retener a un grupo de rehenes contra su voluntad, no hubo
un sólo rehen herido, maltratado o asesinado, excepto un Juez que murió por "fuego amigo".
,
durante la fuga preparada. Casualmente el Juez se oponía a legalizar la reelección del Presidente
dictador.
Tampoco tuvo corazón para esterilizar mujeres contra su volundad en el país, de humillar a Abigael
Guzmán, otro genocida, psicópata, pero ya prisionero, con trato indigno de los Derechos Humanos.
Tampoco le tembló la voz para mandar a torturar hasta trastornarla mentalmente a su esposa Inge-
niera Susana Higushi, en el clandestino subsuelo del Palacio Presidencial de Pizarro.
Ahora, como el cobarde que es, pide clemencia, y quejumbroso argumenta que devolverlo a prisión
no sería soportado por su corazón.
¿De qué corazón habla?